En meses pasados, el equipo de arqueólogos del CSIC encabezados por Alfredo González Ruibal y Xurxo Ayán, ha acometido diferentes trabajos en Rivas-Vaciamadrid. El objetivo, en este caso, era desentrañar uno de los misterios que esconde el pasado de Vaciamadrid: la localización exacta de los restos de la casa que el monarca tenía en el antiguo emplazamiento del pueblo.
Los sondeos, practicados en la edificación en ruinas de Doña Blanca, al pie del Manzanares, no acabaron por determinar nada en firme, arrojando un resultado distinto al esperado.
Desde el GIPL hemos intentado aportar nuestro granito de arena al proyecto. Después de varias visitas a la zona y de examinar determinados textos, imágenes y planos, creemos que hemos deducido el lugar exacto del emplazamiento de la casa de Felipe II. Esperamos que en próximas excavaciones, Vaciamadrid tenga ya un pasado propio que de momento la historia le ha negado.
El origen de Vaciamadrid
Al contrario que Rivas del Jarama, municipio con el que se unifica en 1845, el emplazamiento de Vaciamadrid en la confluencia de los ríos Jarama y Manzanares, carece de datos históricos con los que acreditar una presencia humana, estable y duradera a lo largo de los tiempos.
Se sabe con certeza la presencia de poblaciones prerromanas en el Espolón de Vaciamadrid, Alvende y en los cerros circundantes, así como la posterior romanización a la que debieron ser sometidos. Pero el sitio de Vaciamadrid carece de referencias históricas y, hasta el momento, arqueológicas, que lo sitúen más allá del S XVI, cuando Felipe II decide ubicar aquí una casa dentro del plan para crear un Bosque Real alrededor de la Corte.
La de Vaciamadrid, además del uso eminentemente cinegético que tenían estas propiedades, serviría como apeadero de sus paseos fluviales hasta Aranjuez.
Vaciamadrid siempre fue una población de muy escasa entidad. Del siglo XV al XIX jamás superó los 24 vecinos, figurando incluso Mazalmadrid como un despoblado en el 1414. Los poblamientos muy cerca de los ríos eran constantes focos de insalubridad. Quizá por eso su presencia en la historia escrita sea tan intermitente y efímera.
La historia del lugar de Vaciamadrid, el que viera nacer este pueblo, se fosiliza en 1937, cuando es destruido por completo en los combates de la Batalla del Jarama. Posteriormente Regiones Devastadas elige un nuevo emplazamiento y se derriba tiempo después lo que queda en pie del antiguo, enterrando su historia en una foto fija que sólo podrá interpretar la arqueología.
Sin embargo podemos deducir que la historia del Vaciamadrid “viejo” empieza mucho antes, al menos durante la presencia musulmana.
La situación geográfica de Vaciamadrid, en valle de ríos y lugar de paso obligado a Madrid desde el Este, parece haber originado su nombre. Y es quizá la toponimia la encargada de darnos el origen más antiguo que tenemos de Vaciamadrid.
Según J. Oliver Asín, el término Vaciamadrid provendría del término árabe “Manzil Mayrit”, que significa “parador de Madrid”. Esto introduce en la historia a esta por entonces pequeña población, significándola ya en el periodo musulmán como un lugar del camino a Madrid desde Valencia, donde habría un parador para que los viajeros descansaran justo antes de entrar en Madrid.
Esta posada estratégica o parador, habría existido siempre en distintas edificaciones, siendo referida con posterioridad en textos y mapas. Al menos curioso es el hecho de que el lugar sea citado por Lope de Vega en su comedia La noche toledana: «A Vaciamadrid llegué: / ¡Dios me libre de haber ido / a Vaciamadrid de noche / que no le tengo por limpio! / Allí vi el rico palacio / con linda vista de ríos; / perdone la casa antigua / ruina del tiempo antiguo; / que mejor saben las damas / su mala traza y abrigo.» Oliver Asín piensa que se trata de una mala experiencia personal del propio Lope en el parador, en donde pernocta camino de Madrid.
Una derivación paralela del origen del término Vaciamadrid vendría de “Fahs Mayrit”, cuyo significado sería la dehesa concejil de Madrid, una reiteración del de Salmedina, la “Fahs al Madina” en terminología árabe. El campo de la ciudad, la dehesa del concejo madrileño. Hay abundante descripción de esta realidad en nuestros capítulos sobre el Medievo madrileño.
La reutiluzación y adaptación de vocablos y significados del periodo musulmán para referirse al sitio de Vaciamadrid, bien podría significar la existencia de población mozárabe en él. Tras la conquista cristiana y la repoblación del territorio, surgen constantes conflictos territoriales entre los alfoces de los concejos de Madrid y Segovia. La localización de Vaciamadrid, en zona fronteriza madrileña, pudo forzar a que su denominación buscará precisamente eso, reforzar la idea de territorio perteneciente a su Concejo.
En cualquier caso no se ha encontrado una evidencia arqueológica clara del pasado musulmán de Vaciamadrid, algo a lo que apunta ciertamente su origen toponímico.
Un lugar de recreo para Felipe II
En 1589 el rey Felipe II adquiere la casa de Vaciamadrid, junto a la confluencia de los ríos Jarama y Manzanares, a los herederos de Sebastián Cordero de Nevares, natural de Santoyo. De ahí que en algunos escritos se simplifique erróneamente su nombre como Sebastián de Santoyo.
Si en el 1414 era un despoblado, la construcción de la casa de Sebastián Cordero de Nevares debió suponer la nueva recolonización del lugar de Vaciamadrid. Esta vez como una pequeña población de señorío.
En el S XVI, por lo tanto, el edificio preexistía y la adquisición, mediante expropiación a los herederos, se enmarcaba dentro de una gran operación para constituir la red de edificios, bosques y obras de ingeniería alrededor de la Corte que conformarían el Bosque Real ya mencionado.
La Casa Real de Vaciamadrid serviría como apeadero en los paseos fluviales de Felipe II entre Madrid y Aranjuez. La conocida excursión en barco que hace Juan Bautista Antonelli en 1584, junto con el propio rey, el príncipe y las infantas, nos da una primera mención de esta Real Casa. Esta ambición de la monarquía española para dar salida al mar a la Corte, terminará plasmándose siglos después en el Real Canal del Manzanares, cuya traza llega hasta la misma puerta de Vaciamadrid. Allí aún es visible la excavación para ubicar el embarcadero en tiempos de Fernando VII.
Después del S XVI se suceden numerosas obras y reparaciones propias del envejecimiento de una antigua edificación. Y en 1627 se vende el lugar de Vaciamadrid al Conde Duque de Olivares, aunque la casa se mantiene en propiedad del monarca y en uso y disfrute de Olivares, que es nombrado alcalde perpetuo de Vaciamadrid.
Olivarés elegirá como Teniente de Alcalde a Don Diego Messia, marqués de Leganés, vinculado familiarmente con él. Muerto Olivares y esposa, Vaciamadrid pasará a manos del marqués de Leganés. La sucesión de títulos en las personas que poseyeron el señorío de Vaciamadrid, llegaría casi a nuestros días con el conde de Altamira, también marqués de Leganés.
Vaciamadrid era, por tanto, villa de señorío. La práctica totalidad de la propiedad de la tierra y edificaciones estaba en manos de una familia que, con absoluto poder, marcaba los designios de la villa. El poder de un Ayuntamiento con cargos poco funcionales, era un mero ejercicio de nepotismo. Tal vez esto fue la causa del nulo desarrollo urbano del enclave. Vaciamadrid, más que una villa, era una hacienda particular ocupada por unos pocos aparceros.
En todo este tiempo y mientras dura en pie, el centro de esta propiedad es la casa de Felipe II. La única imagen que se conserva de la Casa de Vaciamadrid es un cuadro del S XVII que se encuentra en el Monasterio del Escorial atribuido a Jusepe Leonardo. Parece corresponder a una serie a modo de inventario dedicada a Sitios Reales. En ese ánimo de inventariar aparece también el coetáneo informe de Gómez de Mora sobre casas reales.
En dicho informe se dice que “es la cassa muy bonita, y todos sus aposentos en bajo. Tiene jardines y en particular un gran soto de conejos […] Ay comodidad para aposentar los criados y officios del serbicio de los Reyes dentro, y fuera de la cassa, en cassas particulares de los vecinos”. Es decir, que existían edificaciones aledañas habitadas por los vecinos, en esa época una veintena.
Estas casas de vecinos no aparecen el en cuadro del Escorial. La intención del cuadro, como ya hemos dicho, es la de hacer inventario de ciertas propiedades reales, por lo que el entorno y la perspectiva están posiblemente idealizados. El propio trazado del río puede corresponder a la realidad de entonces o a una idealización más, que no tiene por qué coincidir con la forma actual.
Sin embargo la pintura del edificio y jardines está hecha con sumo detalle, albergando un carácter descriptivo de gran valor. Se aprecia un edificio no simétrico, con un añadido al Este para las habitaciones de servicio y un jardín al Oeste. Volveremos a esta imagen después.
El camino de Valencia
En el S XVIII el camino a Valencia pasaba por Vaciamadrid. Pero el camino a Valencia no siempre discurrió por el mismo lugar.
El camino primigenio pasaba por el diminuto núcleo urbano que por entonces conformaban las casas de Vaciamadrid. Bajaba desde Vallecas por el valle del arroyo del Onceno y luego por el de los Migueles, para dirigirse después dirección a Arganda del Rey.
El posterior camino, que evolucionará a carretera tiempo después, circulará más o menos paralela al anterior, pero separado de él hacia el Noreste, dejando a Vaciamadrid a un lado. Será el origen de la carretera a Castellón, carretera de las Cabrillas o carretera de Valencia, hoy transformada en la moderna autovía A-3.
La ubicación del antiguo camino seguía el trazado más sencillo, por valles y caminos llanos. Pasaba por el núcleo urbano de Vaciamadrid y seguía recto hasta el Jarama, río que atravesaba de nuevo por el lugar más sencillo: un vado.
Pero aguas abajo del vado existía otro paso mucho más conocido: el de una barca propiedad del rey. Las razones de la doble existencia sugieren pensar que la barca necesitaba más profundidad, mientras que el vado era justo lo contrario, una zona ancha y de aguas superficiales. Precisamente en el lugar donde la barca pasaba viajeros a la otra orilla del Jarama, se construirían primero el puente colgante (1843) y después el famoso puente de hierro (1910) que aún existe, abandonándose el vado y paulatinamente el camino antiguo.
Este abandono progresivo del camino más sencillo para desviarlo al puente, dejó sin uso el camino primigenio en algún momento del S XIX, cuando ya la otra ruta a Valencia era la única que aparecía cartografiada.
Sin embargo el antiguo camino siguió en uso. En una excursión para prospectar la zona, indagando posibles trazados de este antiguo camino nos encontramos con un curioso hallazgo: el camino tenía trazas de un antiguo asfaltado y hallamos el estribo de un puente justo donde antiguamente existía el vado.
Tras indagar al respecto hemos descubierto que el antiguo camino se reutilizó tras sucesivos hundimientos del primer puente colgante. Mientras se construía el actual de hierro, entre finales del S XIX y principios del XX, se puso en servicio uno de madera sobre el antiguo vado, conectado con el antiguo camino a Valencia que pasaba al pie de las casas del lugar de Vaciamadrid.
En ese vado, en el año 1905, durante unas maniobras del ejército, el regimiento de cazadores de Lusitania realiza prácticas de pontoneros. Las fotografías que realiza la prensa muestran el puente de madera y a los curiosos vecinos que desde él observan la escena. Se aprecia un río de mayor anchura que el actual, mucho menos encajonado, y un vado arenoso con una isla central que hoy está completamente desfigurado. Esta playa desaparecida nos ayuda a entender por qué pasaba por aquí el camino viejo a Valencia.
Conforme entró en uso el puente de hierro se abandonó el de madera, aunque curiosamente parece que se siguió utilizando, incluso con anegaciones y derribos parciales notificados por Arganda en 1910. Eso podría interpretarse de un plano de catastro de 1925 con anotaciones de 1953, donde aparecen los dos puentes. Tal vez para dar acceso al Porcal a la población de Vaciamadrid, sin pueblo ni hogar en los oscuros años de la posguerra.
Vaciamadrid, devastado por la guerra, parece que se resistía a desaparecer, anclado aún a su viejo camino a Valencia. Pueblo y camino conformaban una existencia común. Ninguno de los dos volvieron jamás a aparecer ya en ningún mapa.
Vaciamadrid en el libro de Madoz
En 1848 Pascual Madoz describe a Vaciamadrid diciendo que “tiene 14 casas, siendo la más notable de todas ellas la llamada de Arriba, que era el palacio de los cond. De Altamira, hoy propiedad de D. Clemente de Rojas […] También existe, casi arruinado, el palacio de Felipe IV […] La parte más conservada de este edificio está destinada a casa de postas […] El correo se recibe todos los días de Vallecas […] Hay casa de ayunt., cárcel, una posada, un pozo de aguas salobres […] y una igl. parr. (San MArcos)”.
Se confirma la reducida población de Vaciamadrid y describe el Palacio de Altamira, al otro lado de la carretera de Valencia, fuera del lugar de Vaciamadrid y referenciado en los mapas como “Casa Alta” o “Casa Grande”. Es la nueva edificación de referencia, la de los nuevos señores de Vaciamadrid. En este nuevo espacio se terminará ubicando el pueblo de Vaciamadrid en la segunda mitad del S XX.
La casona de Felipe II ya está en ruinas, pero Madoz, que actualiza al monarca, nos dice que parte de ella está reutilizada como casa de postas. Las casas de postas se situaban junto a los caminos y servían como lugar de avituallamiento y paradas de los servicios de correos. Existía otra en el mismo camino de Valencia dirección Madrid, la Casa de la Romana, en el Onceno.
La deducción lógica es pensar que la Casa Real de Felipe II en Vaciamadrid estaba situada junto al antiguo camino de Valencia.
Existía una popular melodía entre los S XVII y XVIII que dedicaba unas coplillas a Vaciamadrid y a Marizápalos. Marizápalos estaba inspirada probablemente en María Calderón, actriz de teatro y conocida amante de Felipe IV, de ahí que Madoz actualice el monarca. La coplilla decía: «Mari Zápalos bajó una tarde / al fresco sotillo de Vaciamadrid / porque entonces pisándole ella / no hubiese más Flandes que ver su país«.
Plano de Vaciamadrid en 1770
Este plano adquiere relevancia porque en él se puede ver con cierto detalle una planta del pueblo, el antiguo camino a Valencia y los ya comentados pasos sobre el río Jarama.
Las proporciones no son las reales, pero el detalle del núcleo urbano de Vaciamadrid parece muy alta. En él se aprecia un conjunto de casas, probablemente los alrededor de 20 vecinos que daban cobijo al resto del servicio cuando el rey visitaba el sitio de Vaciamadrid.
Al Sur de este núcleo, y desplazada con respecto a él ligeramente al Oeste, aparece la casa de Felipe II. Su planta es muy similar a la que aparece retratada en el cuadro del Escorial. Entre esta edificación y el camino no hay otra cosa, por lo que se supone un acceso directo, idóneo para ubicar una casa de postas.
El Ayuntamiento de Vaciamadrid tras la Guerra Civil
En la Guerra Civil Vaciamadrid queda justo detrás de las líneas republicanas, en pleno frente de la Batalla del Jarama. Desde el pueblo se podían ver las posiciones rebeldes. Esto supuso a la postre la completa destrucción de la villa.
Tras el conflicto armado, los vecinos que se marcharon regresan. La mayoría son realojados en la vecina finca del Porcal. Unos pocos se quedan a vivir entre las ruínas. De esa época tenemos varias fotografías que aportan abundante información. Destacan las ruinas de un imponente edificio que dice ser el Ayuntamiento.
El unificado municipio de Rivas-Vaciamadrid tenía a comienzos del S XX poco más de 300 habitantes. Y el pequeño núcleo urbano de Vaciamadrid, casi insignificante en términos poblacionales, albergaba un edificio de recias paredes y noble construcción donde se despachaban los pocos asuntos que debían surgir entre una población tan exigua.
El edificio no debió construirse nunca con ese propósito, sino que sería reutilizado para una labor sobrevenida posteriormente. Las semejanzas arquitectónicas que se pueden encontrar con la pintura del Escorial son evidentes ¿Podría tratarse de una reutilización posterior de la Casa Real de Felipe II? ¿Estaríamos contemplando la última imagen de esta casona?
Todo apunta a que así es. El 17 de junio de 1627 el contador Juan Moreno toma posesión de la villa en nombre del Conde Duque de Olivares, celebrándose el acto “en las casas reales que SM tiene en esta villa”. En 1635, ya con Olivares como alcalde perpetuo, se utiliza la casa de Felipe II para celebrar reuniones del Ayuntamiento: “se juntaron las justicias, regimiento y demas vecinos en la Casa Real de su magestad donde dicen acostumbran a hacer su concejo y ayuntamiento por no tener a donde de presente hacerle”.
Localización geográfica del lugar de Vaciamadrid y de la casa de Felipe II
Con los datos presentados hasta el momento podemos hacer una aproximación a la ubicación de la Casa Real que Felipe II tenía en Vaciamadrid.
Las excavaciones de Ruibal y Ayán, aunque no dieron con ella, han conseguido descubrir otros aspectos de suma importancia. Además, este equipo de profesionales ha hecho público su trabajo casi según avanzaba. Mediante un novedoso esquema de conferencias en Rivas-Vaciamadrid, excursiones a los yacimientos, y una inusitada actividad en redes sociales, han llevado a cabo una labor divulgativa que, por ejemplo, ha permitido este artículo.
La silueta del edificio de Peña Blanca, con parte de sus muros construida aún en gruesos paños de aparejo toledano, evocaba a una recia construcción castellana. Su localización, justo bajo la silueta del espolón de Vaciamadrid, se asemejaba a la del cuadro colgado en las paredes del Escorial. Resultaba casi obligado empezar por allí.
Las excavaciones encontraron testimonio de diversos hábitats, pero nada de la Casa Real. “Buscábamos reyes y encontramos campesinos”, dijeron. Nunca mejor expresado.
Convendría puntualizar que el topónimo original de la conocida construcción es Casa de Doña Blanca. Posteriormente devino al menos en Peña Blanca y Doña Lanca, en las diversas transcripciones de los mapas. Doña Blanca de Rojas y Ordoñez era la propietaria de la finca de Vaciamadrid en los años 50. Sus terrenos fueron los designados inicialmente por la Dirección General de Regiones Devastadas para la reedificación del pueblo.
Pues bien, lo hallado bajo Doña Blanca han sido pies de muro y solados que se correspondían con viviendas muy humildes, nada que ver con edificios destinados a acoger al monarca y su corte ¿O tal vez no? Quizá se había dado con la pista de la casa de Felipe II.
En el mapa de Vaciamadrid de 1770 aparecía, al Norte, un pequeño núcleo de viviendas apiñadas. Al Sur de ellas, una construcción con un tapiado que se asemejaba mucho a la planta de la Casa Real. Si lo descubierto por los arqueólogos corresponde a estas humildes viviendas de campesinos en suelo de su señor, la casona de Felipe II estaría más al Sur.
Y allí también excavaron los arqueólogos. Probablemente con toda la intención de hacerlo en el lugar en el que se levantaba el viejo ayuntamiento. Y allí lo encontraron, bajo una inmensa cantidad de escombros procedente de los derribos tras la guerra.
Ya habíamos dicho que las fotos de posguerra mostraban un edificio impropio del villorrio de Vaciamadrid. Las dos alturas, la forma de ventanas y puertas, el zócalo, la propia construcción… incluso el arranque del tejado parece idéntico. Pero las evidentes semejanzas arquitectónicas no son, ni mucho menos, las únicas pistas.
Observando el entorno del antiguo ayuntamiento nos topamos con tres muros justo al borde de la terraza fluvial, al lado de las excavaciones. Llevan allí desde siempre y son conocidos. Muros de cal y canto, gruesos, no de simples mampuestos de yeso, sino de sólida caliza, propios de una construcción importante. Muy distintos a los encontrados bajo Doña Blanca.
Estos muros aparecen desplazados de su ubicación original, inclinados, semihundidos, quizá movidos por los derribos, por el paso del tiempo y por un terreno inestable, arenoso, fluvial. Pensamos que podrían ser parte de la casona, no de humildes viviendas, quizá del muro del jardín trasero de Felipe II.
La reutilización de la casona como casa consistorial no es una elucubración, hay testimonio escrito, como ya hemos comprobado. Pero no fue la única. Madoz apuntaba que una parte se transformó en casa de postas, que debería tener acceso directo al camino de Valencia. Y también hemos visto que aunque hoy no sea así, en el pasado ese camino pasaba por delante de la zona ocupada por el ayuntamiento. Más o menos donde hoy está el aparcamiento del Soto de las Juntas.
Con la tecnología moderna disponemos de imágenes clinométricas que, si bien están realizadas sobre la geografía actual, nos dan una buena idea de las dimensiones de la terraza fluvial que ocupó el lugar de Vaciamadrid, justo pegada a la orilla izquierda del Manzanares.
La terraza deja poco espacio a la improvisación. Forma un triángulo delimitado por dos de sus lados en la propia terraza y otro por el antiguo camino a Valencia. Salvo el último edificio del parador, al borde de la carretera de Valencia, y el Palacio de los Altamira, fuera del núcleo urbano, todo estaba dentro de estos límites.
Vivir cerca del río era peligroso. Las crecidas del Manzanares eran frecuentes y destructivas y la población solía padecer de enfermedades propias de estos hábitats. Las crónicas del colindante Canal del Manzanares nos hablan mucho de ello. Por eso era imprescindible construir encima de la terraza fluvial. Un metro más abajo aparece el antiguo cauce excavado por el río que, en cualquier momento, podría ser vuelto a ocupar.
De hecho, en la pintura de la casa de Felipe II aparece el río prácticamente tocando los jardines traseros. Podría ser una idealización del autor o simplemente una realidad: el río pasaba por donde hoy está la base del escalón de la terraza, algo que no sólo es lógico sino que tuvo que suceder en algún momento del tiempo. La terraza se origina precisamente por ese hecho.
Por todo ello es plausible pensar que la Casa Real de Felipe II estuvo ubicada en el borde Sur de la Terraza, con el jardín trasero apuntando al río, como muestra el plano de 1770. Curiosamente, la terraza fluvial presenta un alargamiento justo en esa zona y en esa misma dirección, probablemente porque el edificio se adaptó al terreno buscando la orilla del río, un paleocauce del Manzanares que hoy está domesticado. Entre río y casa se interpuso el jardín.
Si añadimos que esta zona tiene los restos del ayuntamiento, además de los enigmáticos muros colgando en uno de los bordes de la terraza, despejaremos la equis de la ecuación. Probablemente si se excavara alrededor del edificio del ayuntamiento empezará a salir la planta de la casona de Felipe II.
Dejamos para el final la última y creemos que definitiva pista, el plano catastral de Vaciamadrid realizado en la década de 1860. Son el primer plano de precisión sobre 90 municipios madrileños, ejecutados por la Junta General de Estadística hasta la creación del Instituto Geográfico, en 1870. El IGN ha digitalizado ya una gran cantidad de estas planos, denominados Hojas Kilométricas, poniéndolos al servicio de la ciudadanía a través de su servicio WMS (Web Map Service).
La importancia de este plano es crucial. Su precisión es tal que puede superponerse sobre uno actual, marcando el perfil de las edificaciones con enorme fiabilidad. Tras realizar la tarea descubrimos un Vaciamadrid que sería casi idéntico al que quedó fosilizado tras la Batalla del Jarama. Si los arqueólogos excavaran, seguramente encontrarían un pueblo dispuesto tal y como aparece dibujado en las Hojas Kilométricas.
Llama la atención un núcleo urbano casi inexistente, cuyo centro es ocupado por una pequeña industria, un tejar, probablemente alimentado por una noria de cuya presencia hoy quedan huellas, confundidas entre ramales de trincheras y refugios republicanos. La parte Suroeste de Doña Blanca parece pertenece a ese tejar, muy reconocible hoy por un arco aún en pie. El resto del perímetro se reedificaría después, en la segunda mitad del S XX, ofreciéndonos la imagen actual.
El edificio del ayuntamiento excavado por los arqueólogos también está, dibujando un perímetro alrededor que probablemente coincida con la traza de la casa de Felipe II y su jardín, ya derrumbados en su mayoría. La casa y el perímetro, que podría ser el original, se ven en una foto de finales del XIX, aun sin los efectos de la guerra. A ese cerco perimetral pertenecen los muros que hoy vemos al borde de la terraza, muy distintos a los de las casas de campesinos bajo Doña Blanca.
Como último dato y mera hipótesis final, cabría indicar la presencia en superficie, alrededor de la posible ubicación de la casa de Felipe II, de Terra Sigillata. Los enclaves de ocupación humana rara vez se improvisan, reutilizando muchas veces construcciones previas hasta que se precipita su abandono. El de Vaciamadrid fue la Guerra Civil. Pero previamente a la casona de Sebastián Cordero de Nevares quizá preexistió otra, probablemente una villa romana, algo muy similar en época y concepto a la villa romana de la Torrecilla. La excavación de esta zona podría albergar muchas sorpresas.
El único problema es que para hacerlo habría que remover la tumba del pueblo de Vaciamadrid. Varios metros de escombros tras la Guerra Civil lo deben colmatar absolutamente todo. Debajo de ellos un pueblo de vasallos inerte, congelado en una foto fija. Y debajo de ellos, probablemente, la huella del paso de uno de sus señores, Felipe II.
Bibliografía
Jaime Oliver Asín (1948) Estudios de toponimia madrileña, «La Salmedina» «Vaciamadrid» (pp. 173-179)
Varios (1991) Arquitectura y desarrollo urbano, Comunidad de Madrid, Zona Centro (pp. 563-586)
José de Pablo Tamayo. (2001) Historia de Rivas-Vaciamadrid
Jose Juan Pérez Preciado. (1998) Noticias en torno a la Casa Real de Vaciamadrid
Domingo Moreno y de Carlos. (1905) La ilustración española y americana (pp. 163-166)
Agustín Sánchez Millán. (2002) Rivas-Vaciamadrid, mi pueblo
Archivo Histórico de Arganda del Rey. Un símbolo centenario. El puente de Arganda cumple 100 años
Archivo Histórico de Rivas-Vaciamadrid. Diversas fotografías.
Muy bueno el artículo me ha encantado.
Un saludo
Muy interesante y bien documentado. Saludos y salud
¡Hola!
Muchas gracias por esta entrada del blog. Es un gran trabajo y por supuesto bastante meticuloso.
Me ha encantado y me ha servido para visualizar la zona de forma distinta, pues eso parajes me los pateo todas las semanas.
Gracias de nuevo y saludos.
Me ha encantado leer vuestro articulo.
La gran mayoria de lugares que nombrais forman parte de los recuerdos de historias de la guerra y la postguerra que nos ha contado mi abuela, i madre y mis tios, pues ellos vivieron en una de esas casas derruidas hoy y de la que solo queda un paraiso muy maltratado del patio de su casa, donde mi madre y sus hermanos tenian un columpio en el que jugaban.
Tambien esta en esos recuerdos ese ayuntamiento antiguo del que hablais pues en el vivian los amigos de mi tio y aun hoy cuando nos vemos con ellos nos reimos cuando me cuentan las anectodas de sus juegos de niños.
Gracias de nuevo por traer a mi memoria lugares tan cercanos en recuerdo de mi familia.
Gracias por compartir esta información, realmente interesante!
Estupendo articulo, lo he releído y me encanta. Vivo en Rivas hace casi 4 décadas y el Parque del Sureste es precioso, no me extraña que tenga tanta historia y tan antigua. Buscaré la bibliografía que parece ser también estupenda. A raíz de los comentarios y el cierre del paso, no valoramos la naturaleza hasta que nos quedamos sin ella. Gracias
Un estupendo artículo e investigación que enlazaremos en un post que estamos preparando sobre caminar por esa zona.
Saludos
Ana y Víctor
Es alucinante lo que podríamos descubrir si se investigara mas en los restos del Manzanares desde que fué ruta romana con su calzada hasta ahora. Y lo que pasó por el canal del mismo nombre