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La Batalla del Jarama

En febrero del año 1.937 se libró la más cruenta de las batallas que hasta la fecha había tenido lugar en la Guerra Civil Española: La Batalla del Jarama; debido a la inusitada violencia de sus combates y la gran cantidad de efectivos puestos en liza por ambos bandos.

El 23 de noviembre de 1.936, las tropas profesionales del general Franco, notoriamente superiores en preparación técnica y organización, habían fracasado en su intento de toma directa de la capital republicana, a través de la Casa de Campo y del Hospital Clínico, transcurridos apenas cuatro meses de su levantamiento armado en el Protectorado de Marruecos. Frente a ellos, combatientes sin apenas formación, milicianos de las más heterogéneas procedencias, superiores en número pero con baja cualificación militar, salvan Madrid en el último instante. Son los primeros compases de la Batalla de Madrid, y la Batalla del Jarama será uno de sus actos, magnificado a lo largo de la historia por la inusitada violencia de su sangrienta puesta en escena.

La República se esfuerza en reclutar, partiendo de cero, unas fuerzas armadas que sean capaces de contener el frenético avance de las Columnas de las tropas rebeldes, y sofocar la rebelión contra el orden republicano legítimo. Durante la Batalla del Jarama, el nuevo ejército español –Ejército Popular de la República (EPR)– compuesto de Brigadas Mixtas, recibirá paulatinamente el apoyo de nuevos batallones de voluntarios procedentes de Albacete, base de las Brigadas Internacionales, junto a los ya existentes,  además de material soviético más moderno: aviones Polikarpov I-15 e I-16, carros de combate T-26b, etc. que tendrán una actuación primordial en esta batalla.

tropas moras

Representación de la batalla en Morata de Tajuña (Asociación Madrileña de Recreación Histórica «Frente de Madrid»)

Las Brigadas Internacionales, estuvieron formadas por varios miles de voluntarios (unos 35.000, a lo largo de una guerra civil internacionalizada) llegados de todos los rincones del mundo en auxilio de la República Española. Británicos, franceses, belgas, estadounidenses, canadienses, cubanos, italianos, alemanes, austriacos, balcánicos y un buen número de otras nacionalidades, acudieron desde su lugar de origen a pelear junto a los soldados españoles, y a dejar su vida en un altísimo porcentaje, pues se conceptuaban como fuerzas de choque.

Tanto el nuevo material recibido como los recién llegados voluntarios internacionales, tendrán un peso decisivo en esta batalla, con un destacado protagonismo en todos los combates que pasará a la Historia por su marcado carácter épico.

Fracasado el  primer intento de toma frontal de Madrid, Franco pretende un segundo ataque por el norte, la llamada Batalla de la Carretera de la Coruña (Batalla de la Niebla), ampliando la línea del frente pero sin efectos prácticos, al no conseguir romper las líneas hacia el Monte del Pardo desde Las Rozas, para bordear nuevamente la capital.

El ataque del Jarama será el tercer intento de rodear y cortar las líneas de abastecimiento de la ciudad de Madrid.

El inicio de la Batalla del Jarama

puesto de ametralladora a barbeta

Posición nacionalista con nido de ametralladoras a barbeta.

Veinte mil soldados, compuestos por moros, legionarios, falangistas y requetés; agrupados en torno a cinco brigadas, se concentran en Pinto y Valdemoro. Al mando del general Varela, bajo la supervisión del general Orgaz, tenían marcado como objetivo estratégico aislar la capital, tras un rápido avance por la altiplanicie extendida entre los pueblos de Arganda y Morata, para cortar la carretera de Valencia a la altura del Vértice Valdesemorial.

Esta maniobra, unida a la ofensiva combinada de las tres Divisiones italianas acantonadas al norte de Guadalajara, hubiera dado como resultado el colapso de la capital de la República. Pero por discordancias con el mando de estas fuerzas, tal ofensiva no se produjo hasta un mes después, a primeros de marzo; cuando la lucha en el Jarama se había estancado, lo que permitió a la República desplazar fuerzas al nuevo frente alcarreño, con el victorioso resultado de todos conocido.

Antes del inicio de la batalla en el Jarama, los republicanos planeaban una ofensiva para aislar a las fuerzas enemigas, de la División Reforzada de Madrid. Pero la mejor organización del ejército nacionalista se les anticipó, asestando un imprevisto y duro golpe a las vanguardias gubernamentales que estaban siendo desplegadas en el teatro de operaciones. Tras sufrir varias demoras, debido al temporal de lluvias, el día 6 de febrero de 1.937 se dió comienzo a la Batalla y la mayoría de unidades republicanas desplegadas entre La Marañosa y Ciempozuelos sucumbieron, desbordadas por un incesante diluvio de sangre y fuego.

Los nacionalistas llegan al Jarama y al Manzanares

Durante las primeras jornadas de la Batalla del Jarama los rebeldes alcanzan en una primera fase la línea de los ríos, y tras una detención de dos días debido al mal tiempo, disponen su cruce entre los días 11 y 12 de febrero, abriendo una segunda fase que concluirá el día 14 de febrero, abortándose el plan final por falta de unidades de reemplazo. La batalla se da por concluida el 27 de febrero.

Al alcanzar la confluencia de los ríos Manzanares y Jarama, el ejército rebelde ya tiene a tiro de fusil la carretera de Valencia desde las estratégicas cumbres del Espolón de Vaciamadrid.  La República tiene que replantear las vías de abastecimiento de Madrid por carreteras secundarias e inclusive dar marcha al proyecto ferroviario de la Vía Negrín, por la pérdida de la línea férrea entre Aranjuez y Villaverde Bajo.

De cualquier modo, los republicanos, aún conocedores de los preparativos del ataque, desconocen la dirección exacta del mismo. Por lo mismo, refuerzan con la XII BI (Batallones Dombrovski y Garibaldi) el ámbito que rodea el Puente de Arganda y la línea de fortificaciones a lo largo de las crestas y cantiles de la orilla izquierda del Manzanares, imaginando que el ataque va dirigido hacia Vallecas y Vicálvaro. Restos que aún perduran al día de hoy y constituyen un conjunto histórico patrimonial destacado, que se debería conservar.

Los cerrojos del Jarama: Puentes del Pindoque y San Martín

Durante las noches de los días 11 y 12 de febrero, las tropas indígenas africanas rompen los cerrojos del Jarama, dejando a las claras que el esfuerzo principal de las tropas rebeldes se encamina mucho más al sur del Puente de Arganda. Con la toma de los puentes del Pindoque y de San Martín sobre este río, la Batalla del Jarama adquiere su nombre en plenitud.

colina del suicidio

Barranco de la Colina del Suicidio, con el Valle del Jarama al fondo

Una vez atravesado el Jarama, tropas de Regulares y de La Legión se esfuerzan por ascender rápidamente a la altiplanicie entre Arganda y Morata que les conducirá al punto táctico señalado para la maniobra. Se sucederán épicos y luctuosos episodios como el que protagoniza el batallón inglés, British, en la Colina del Suicidio.

Los rebeldes son entonces detenidos en la maraña de olivares desparramados por la meseta, cual paradójico o absurdo obstáculo insalvable, claudicando de su objetivo el día 14, ya sin reservas, y dispuestos a afrontar el contraataque enemigo que se desencadena fundamentalmente a partir del día 17. Chatos y Moscas frenan sobre el cielo del Jarama a los aparatos de bombardeo enemigos, Ju-52 y Savoia, mientras los carros blindados rusos irrumpen audazmente entre las filas enemigas de modo constante, hasta el agotamiento; solo frenados por los temidos Pak 36-37 anticarro del enemigo.

El día 14, el «día triste del Jarama», tras celebrar un consejo militar en la Casa de Gózquez, donde Orgaz tiene instalado su Cuartel General, se decide poner fin a la ofensiva y pasar a la defensa fortificando las posiciones alcanzadas. La carencia de unidades de reserva en esos momentos era ya absoluta.

El contraataque republicano: La Marañosa, Espolón de Vaciamadrid y Vértice Pingarrón

Fuertemente desgastadas, las tropas de Orgaz y Varela se deben limitar a defender encarnizadamente la cabeza de puente conseguida al otro lado del Jarama. El ataque ha sido un fracaso en orden a los fines perseguidos,  un tremendo desgaste de recursos humanos y materiales. Los republicanos pretenden al menos, arrebatar al enemigo las posiciones más estratégicas y se marcan como objetivos en primer término, los cerros de La Marañosa y el Espolón de Vaciamadrid, a fin de cortar el avituallamiento a la vanguardias enemigas de Valparaíso, Casa de la Radio y el Pingarrón, cubriéndose de nuevo el valle del Manzanares de metralla y muerte, las jornadas del 16 y el 17.

Los restos de estos contraataques pueden igualmente contemplarse impertérritos, en esas «cabezas de playa», esparcidos por la orilla derecha del río Manzanares.

trincheras en la marañosa

Trinchera republicana con puesto de tirador y aspillera bien conservada, en la orilla derecha del Manzanares, frente a posiciones del C.R. VII – Coberteras

En ningún otro lugar como en el Pingarrón se derramaría tanta sangre inútilmente. Las mejores unidades de uno y otro bando lo asaltarán, ganarán, defenderán y perderán, un montón de veces; sin el menor gesto de piedad, una y otra vez, asalto tras asalto. Centenares de defensores y atacantes caen destrozados a morterazos, o trizados por las balas, sobre este insignificante promontorio, que la Historia sitúa en el corazón de esta batalla.

El 27 de febrero amanece un espléndido día. Nadie duda ya, que la Guerra Civil Española no será ni corta ni fácil para ningún bando. El día 27 de febrero de 1.937, la República, tras los pobres resultados alcanzados a lo largo de diez días de ofensiva  desde La Marañosa al Pingarrón, decide lanzar un golpe final que también supondrá una sangría, antes de claudicar.

Aquí se cierra formalmente la batalla, si bien nunca cesarán los ataques y combates esporádicos en la zona, como acciones de alivio para otros frentes o como rectificaciones con golpes de mano en las líneas.

Bibliografía

Nuestra principal fuente de información es, aparte de las fuentes escritas consultadas, la visita sobre el terreno de los distintos escenarios en los que se vivió y padeció la Batalla del Jarama. Sentir el calor o el frío en la misma trinchera en la que lo hicieron los combatientes de ambos bandos es una experiencia que no debe menospreciarse. Contemplar el mismo horizonte, los mismos paisajes, ayuda a interpretar unos hechos históricos  que conviene no olvidar.

Junto a esa experiencia de campo, estos son sólo algunos de los libros que hablan sobre la Batalla del Jarama y de los que se ha sacado parte de la información de los artículos que aquí comienzan.

  • «Soy del Quinto Regimiento». Juan Modesto.
  • «Mil días de fuego». J.Mª. Gárate Córdoba.
  • «Las Brigadas Internacionales». Jacques Delpierre De Bayac.
  • «El asedio de Madrid». Robert Garland Colodny.
  • «La Batalla de Madrid». Gregorio López Muñiz.
  • «La lucha en torno a Madrid». Servicio Histórico Militar.
  • «La Batalla del Jarama». José Manuel García Ramírez.