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La familia Murcia y la finca de Casa Eulogio (1ª parte)

Según hemos ido viendo en los artículos precedentes, el proceso de descomposición del llamado Ancien Régime por los revolucionarios franceses, supuso la sustitución del sistema de producción feudal por el sistema industrial a la vez que la sociedad estamental quedaba subsumida por las nuevas clases urbanas emergentes a cuya cabeza se encontraba la burguesía liberal.

Un proceso que esencialmente se pudo gestar gracias a descubrimientos como la máquina de vapor, la cosechadora, etc., que propiciaron el salto tecnológico radical que acabó con los métodos tradicionales y removió el mundo de las ideas, generando nuevos grupos sociales e intereses de clase muy específicos.

Estamos viendo como este proceso fue acaudillado por personajes marcados por un perfil muy determinado en cuanto a capacidades, sentido del negocio, iniciativa y apoyos, que acabaron encumbrados en la nueva pirámide social, ocupando cargos de prestigio, económico y político, merced a una trayectoria de constantes pugnas y alianzas.

Ciñéndonos a nuestro ámbito territorial de actuación, nos encontramos con otra de esas familias cuyo estudio resulta harto interesante pues compilan en sí mismas la historia de nuestro país en el plazo temporal del que hablamos, final del Antiguo Régimen e Ilustración hasta albores del siglo XX pasando por guerra napoleónica, constitucionalismo, restauración absolutista, regencia y monarquías sucesivas.

Vamos a llamarla familia Murcia pues es quizás este apellido el de mayor resonancia en el territorio que veremos, Sur de Madrid y Casa Eulogio, entre los términos de Vallecas y Vaciamadrid.

Y como cualquier familia, no proviene de un único tronco como marca la exogamia, norma antropológica axial en todas las culturas.

Gozando esta familia de reminiscencias de varios continentes, los principales influjos vendrán dados por la rama genovesa, la rama anglo-escocesa y la netamente peninsular catalano-murciana.

Codorniu-Hernández Ros, Kirkpatrick-Mendaro, Rebagliato-Murcia y Stárico Pescetto-Rebagliato, son las diversas ramas familiares en que hemos subdividido este linaje a efectos prácticos para nuestra exposición del tema.

genealogía rama familiar

Miguel Andrés Stárico Pescetto (1783-1866)

Miguel Andrés Stárico Pescetto, nació en Cartagena (Murcia) en el año 1783, falleciendo en esta misma  ciudad en el año 1866, a los 83 años de edad, tras una vida cargada de ferviente actividad mercantil en la que llegó a amasar una gran fortuna repartida finalmente entre sus cuatro hijos.

Hijo de Josef Stárico Ansaldo (nac. Gibraltar, 1747) y de Brígida Pescetto Rebagliato (nac. Celi, Génova), ambos de origen genovés llegados a la Península con una de las colonias que la Corona Británica creó en sus posesiones de Menorca, Gibraltar y demás bases estratégicas del Mediterráneo.

La biografía de este personaje supone el ascenso de un hombre de negocios en la escala social gracias a los beneficios obtenidos de la desamortización; serie de medidas adoptadas para poner en manos productivas un gran monto de bienes inmuebles y fincas rústicas que se encontraban en manos muertas sin producir ningún beneficio.

Como dice el hispanista, Richard Herr, “apareció una nueva clase de propietarios, formada por los hombres más emprendedores del comercio y la agricultura, así como los especuladores, contratistas y altos funcionarios del gobierno que podían pujar por las tierras”.

Serán la espina dorsal del nuevo régimen.

Miguel Andrés Stárico se inició como funcionario público en la Contaduría de Provisiones de la Marina,  en Cartagena, como oficial agregado (1809), y en 1819 ya era oficial de la Contaduría de Crédito Público en Murcia, donde interviene en las operaciones de venta de fincas desamortizadas para liquidar la deuda pública.

Pero su carrera se vio truncada por su participación durante el trienio liberal (1820-1823). Con un grupo de 200 ciudadanos asaltaron la cárcel de la Inquisición y liberaron a los reclusos entre los que se encontraban importantes figuras políticas liberales como Romero Alpuente, Torrijos, López Pinto y Arrieta (feb.1820), interviniendo además en la proclamación de la Constitución.

El trienio acabó con la rendición de la plaza de Murcia defendida por Torrijos, en noviembre de 1823, a las tropas francesas que apoyaban a Fernando VII.       

Tras la restauración absolutista, se vio afectado por el Proceso de Impurificación, y a pesar del indulto general de 1824, los empleados públicos procesados no se beneficiaron del mismo, como le ocurrió a Miguel Andrés Stárico, que hasta 1835 no sería rehabilitado y compensado con un suelo anual de 2.666 rls. y 22 mrs.

No obstante, hay que decir que su patrimonio no mermó por esta causa, y que durante el trienio su patrimonio experimentó un notable crecimiento en fincas rústicas e inmuebles.

Durante la Década Ominosa se dedicó a los negocios, pero acabada ésta volvió a retomar la causa constitucional aún a costa de su bolsillo con donaciones al ejército cristino que combatía al ejército carlista de Zumalacárregui.

Tanto su posición ideológica como la económica fueron los factores que determinaron su elección como diputado en tres ocasiones, dentro de un sistema electoral al que sólo podían acceder los ciudadanos con un nivel de renta determinado o algún tipo de propiedad; lo que se llamó voto censitario ó sufragio restringido, en contraposición con el sufragio universal.

La Constitución de 1869 con Sagasta fue un intento de hacer extensivo el derecho al voto a toda la ciudadanía, que la de Cánovas (1878) volvió a derogar.

No será hasta 1933 cuando en España se incluya el voto femenino, gracias a la Constitución republicana de 1931 que reconoce este derecho.

Aparte de su vida política, este hombre se consagró esencialmente como hombre de negocios, personificando lo que se ha llamado “burguesía de los negocios”.

Por su prestigio social ostentó el cargo de Vicecónsul británico en Murcia.

Una de sus muchas inversiones la hizo en el ferrocarril, cuando la empresa C.M.Z.A. (Compañía de Madrid a Zaragoza y Alicante), constituida en 1856, construye su trazado hasta Levante dando luz a la idea de conectarlo con Cartagena y Murcia que al fin consiguen en 1862.

A la inauguración asistió la Reina Isabel II y en su séquito aparecía entre otros personajes ilustres, el brigadier Manuel Stárico Pescetto, hermano de Miguel Andrés, nacido también en Cartagena (1795).

Además de la explotación de 52 fincas rústicas y diversos inmuebles, los alquileres, arriendos y préstamos de otros bienes formaban parte de sus negocios.

Durante el siglo XIX, Miguel Andrés Stárico e hijos serán protagonistas de la vida pública de Murcia participando en significativos eventos como la creación y gestión de un Casino local que congrega a los hombres de negocios así como del Teatro Romea centrando la vida cultural de esta localidad.

Cabe destacar también la adquisición de acciones en la industria minera y en la Plaza de Toros de Murcia, construida sobre el solar del convento desamortizado de San Agustín.

Otro de sus negocios fue el de Suministros al Ejército, avituallamiento de cebada y paja a tropas y monturas que transitaban en el distrito militar de Valencia y Murcia.

Así mismo intervino en las Compañías de Quintos, empresas intermediarias dedicadas a la sustitución de quintos por voluntarios a cambio de un dinero abonado por los familiares al sustituto.

Cada año se sorteaban 20.000 quintos para cubrir las plazas vacantes del Ejército. Muchas familias solicitaban préstamos para evitar que sus hijos se incorporaran a filas, cantidades que se abonaban a los voluntarios que iban a sustituirlos, y que habrían de ir amortizando a plazos, con cierto interés, a la empresa prestamista.

Las empresas que se encargaban de estos tratos, creaban planes de ahorro, seguros, pólizas, etc., sacando beneficios con la compra y colocación de sustitutos.

Otra inversión a destacar fue la compra de Deuda Pública que le permitía además el acceso a la adquisición de Bienes Nacionales desamortizados, a bajo coste, así como la distribución de Billetes del Tesoro que el Gobierno depositaba en él en virtud de la confianza que despertaba su prestigio social y solvencia económica.

Como arrendatario público, participó como subcontratista del Estado en el negociado del jabón y de los alcoholes.

Curiosamente, también fue distribuidor de productos de la Real Fábrica de Cristales de La Granja (Segovia), que recibía y almacenaba en su domicilio para revender mediante catálogo entre sus conciudadanos.

Su testamento nos da pistas sobre la gran fortuna amasada entre la que se cuentan varios conventos de Murcia y Cartagena (Merced, Trinitarios, San Ginés), y otro en Chinchilla (Dominicos). Derechos de Aguas en Lorca y Pliego. Viviendas en Murcia y Cartagena. Grandes fincas: La Cortesa, Cuarto Lobo y Malpelo, en Albacete. Fuentes del Pino, en Alcaraz. Macías, en Abanilla. Hortachuela, en Torre Pacheco. Pago de Santa Cruz, en Llano de Brujas, Murcia.

La vivienda familiar se construyó de nueva planta juntando tres solares, en el centro de Murcia; siendo más tarde arrendada por su hijo, Manuel Stárico Ruiz, como sede del Gobierno Civil de la 1ª República,  cuando él mismo ocupaba este cargo.

Las estrategias familiares fueron las heredadas del Antiguo Régimen, entroncando familias pudientes ligadas a la oligarquía y antigua y nueva nobleza.

El hijo mayor, Ricardo, fue presidente de la sección de Agricultura de la Real Soc. Económica Valenciana de Amigos del País, y presidente de la Sociedad Valenciana de Agricultura, entre otros cargos.

Manuel, siguió la carrera política del padre, siendo nombrado alcalde constitucional y ocupando el cargo de gobernador civil de varias provincias, en sucesivos mandatos.

Carlota se casó con Francisco Félix Lozano, viudo, cuñado de su hermano Ricardo, procedente de una acaudalada familia manchega.

Carmen, hermana melliza de la anterior, se casó con Joaquín Codorniu Nieto, de la Agencia de Aduanas de Cartagena, hijo de un prestigioso médico militar, hermano menor del dueño de las afamadas bodegas catalanas.

Todos estos datos están recogidos en la tesis doctoral de D. Juan Blázquez García, historiador de la Universidad de Murcia, que titula “Propiedad y Poder en Murcia. El patrimonio como agente del cambio social en la transición del Antiguo Régimen a la Sociedad de los Individuos”, (2015), en la que se aborda entre otras cuestiones no menos interesantes, la restauración de los bienes desamortizados del clero regular tras la firma del Concordato de 1851, que cerrando la fase inicial de desacralización del nuevo régimen normalizaba las relaciones con la Santa Sede, revitalizando el papel socio-político de la Iglesia tras el pacto con las nuevas élites.

Su objetivo inmediato era encuadrar a la sociedad en los nuevos valores, urgiendo su participación activa a través de un pilar fundamental para estos fines: la Educación.

Aparecen las instituciones religiosas de enseñanza, las obras pías de beneficencia y caridad, el adoctrinamiento religioso en las escuelas laicas, las campañas de evangelización en pueblos y ciudades, las labores de asistencia religiosa en instituciones civiles, asilos, sanatorios y centros hospitalarios, etc., con el apoyo incondicional del clero secular (obispos y sacerdotes) y del clero regular (órdenes religiosas).

Al final de este proceso todo ha cambiado para seguir igual. De una sociedad de subsistencia, de señores y siervos, fundada en el vasallaje y el orden divino, se ha pasado a una sociedad descreída de oligarcas, dueños de grandes propiedades asentados sobre una amplia base social de empleados y trabajadores, fundada en la necesidad creada del libre mercado.

Con la mediación de la Iglesia en ambos casos.

Asentamientos históricos de genoveses entre Gibraltar y Cartagena

Sobre la existencia de colonias o asentamientos de núcleos de población genovesa en la Península Ibérica existen bastantes estudios.

Su presencia en la península arranca de la Edad Media. Como potencia marítima, la Serenísima República de Génova, mantuvo entre el siglo XI y el siglo XVIII una incesante actividad comercial en el área mediterránea a la vez que un complejo haz de relaciones con las demás potencias que conllevaba permanentes conflictos armados y breves períodos de paz.

En uno de estos vaivenes fue cuando entró al servicio de Carlos I a través del almirante genovés Andrea Doria, apoyando al unísono con su flota la lucha contra los franceses, turcos y berberiscos.

Aumenta con ello la relación comercial y los asentamientos de familias de comerciantes en Cartagena que se dedican a la exportación de lana, barrilla, sosa y esparto, además del lucrativo comercio de la seda.

Otro acontecimiento se produjo casi dos siglos después, cuando la isla de Tabarka (Túnez), custodiada por la familia genovesa Lomellini, al servicio de España, fue tomada primeramente por el Bey tunecino en 1741, quedando quince años después bajo el dominio del Bey de Argel.

Enterado el rey de España, Carlos III, de la suerte corrida por la población genovesa de la isla, que había sido esclavizada, hizo las gestiones necesarias para lograr su redención a través de la Orden de la Merced, que consiguió rescatarlos en el año 1768, trasladando a muchas de esas familias a Alicante.

La isla de Santa Pola era una de las islas de la costa levantina, citada por el geógrafo griego Estrabón (siglo I) como Planesía (Isla Plana), junto a otras dos, Ploumbaría y Skombraría (Isla Grosa, Isla Escombreras), en el Libro III de su Geographiká, descripción de Iberia.

Con motivo de la fortificación de la isla de Santa Pola o isla Plana, siguiendo un plan defensivo ininterrumpido en estas costas, para combatir la constante amenaza de los piratas berberiscos, en el año 1770 fueron trasladadas estas familias a la isla, a fin de repoblarla y defenderla, por lo que se la denominó Nueva Tabarca.

Dedicados a la pesca y a la extracción de coral, allí continuaron durante años, citando Pascual Madoz la existencia de 600 moradores genoveses en el año 1845, que se irían dispersando paulatinamente por Alicante, Cartagena y Murcia.

Respecto a la población genovesa de Gibraltar, dice el historiador Tito Benady que antes de la ocupación inglesa, hecho acaecido el 6 de agosto de 1704 durante la Guerra de Sucesión, ya existía un núcleo de genoveses establecido en la zona, ya que desde 1528, tras el acuerdo con Andrea Doria,  muchos genoveses negociaban o laboraban en Andalucía.

Tras la ocupación militar de Gibraltar se hacía necesario el apoyo civil de comerciantes y artesanos, pero desde un principio se encontraron con la dificultad de sostener una población de origen netamente británico.

Con los españoles que se habían quedado se organizó la llamada “guardia española” al mando del “sargento español”. Un cuarto de siglo después (1729) esta guardia se llamaba “guardia genovesa”. Se ha producido entretanto una importante inmigración de pescadores que vienen en botes desde las costas de Liguria a faenar en las ricas almadrabas del Estrecho, pescan en las playas, viven en cuevas, surten a la ciudad de pescado, y lo que salan (boquerones) lo envían a casa. Pero permanecen aquí cortas temporadas y regresan.

La emigración masiva a América les hará abandonar definitivamente esta actividad, quedándose únicamente los trabajadores manuales y pequeños artesanos, ya que los comerciantes genoveses de importancia prefieren ir a Cádiz para el comercio con América.

A final, el comercio de Gibraltar cae en manos de los ingleses, mientras el de Marruecos, al que han de recurrir con los sitios y bloqueos, está en manos de los judíos sefardíes de Tetuán. Desde ahí les llega carne fresca para evitar el escorbuto.

La firma del Tratado de Utrecht (1713-1715) imponía que no residieran moros ni judíos en Gibraltar, aunque se burlaron estos acuerdos con permisos de permanencia de 30 días, falseando los datos de propietarios de inmuebles, etc.

En el listado de compradores genoveses de propiedades, aparece un tal Baptista Ansaldo, con fecha de 1718, que bien podría haber sido el padre de Rosa Ansaldo, la abuela paterna de Miguel Andrés Stárico Pescetto.

Existe una torre de huerta llamada “Torre Ansaldo” en los caminos de huerta alicantinos de Sant Joan d’Alacant  que perteneció a la familia Ansaldo, llegada de Génova en el s.XIII, que recibió posesiones en Almoradí, para más tarde desplazarse a Cartagena, ya en el s.XV, regresando a Alicante posteriormente en el s. XVII.

Estos, que nada tienen que ver con la familia asentada en Gibraltar, se dedicaron entre otros negocios a la exportación de vinos y tuvieron muchas posesiones repartidas por la provincia. Su linaje estuvo lleno de personajes ilustres que alcanzaron cargos políticos importantes, y varios de ellos llegaron a detentar la alcaldía de Alicante.

Otros movimientos migratorios hacia Gibraltar vinieron de Menorca (s.XVIII) y de Malta (s.XIX), plazas militares inglesas por aquel entonces.

El censo de 1777 recoge los nombres de 62 menorquines, pero la mayoría emigró tras la recuperación de la isla por España (1802) pues trabajaban para la marina y el ejército británico. El censo de 1791 cita a 129 menorquines, pero su número fue creciendo. En 1816 había 410.

Tras la isla de Menorca, la isla de Malta fue la principal base de la Royal Navy en el Mediterráneo. Desde Falmouth, al sur de Inglaterra, zarpaban quincenalmente rápidos faluchos con el correo para Gibraltar y Malta. Con la apertura del Canal de Suez se acortaron definitivamente las distancias con el resto de las colonias británicas en  Asia y se fomentó al tiempo el flujo de personas hacia Occidente.

Aunque el destino preferido de los malteses era Túnez, en 1891 ya estaban censados 705 en Gibraltar, que normalmente se casaban con gibraltareñas o españolas.

Por terminar; la oleada más reciente de inmigrantes ha sido de hindúes, ya en pleno siglo XX.

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William Kirpatrick of Conheat (1764-1837)

William Kirkpatrick of Conheat nació en Dumfries, Escocia (1764) y falleció en Málaga (1834). Era hijo de William Kirkpatrick (1728-1799) y de Jane Wilson (1733-f.d.).

Su padre pertenecía a una familia escocesa de origen norirlandés instalada en el concejo de Dumfries-Galloway, en la frontera con Inglaterra, con algunas posesiones en las aldeas de Closeburn, Kirkpatrick y Conheat.

De una iglesia (Kirk en gaélico-escocés) dedicada a San Patricio (Saint Patrick patrón de Irlanda) deriva el nombre de esta familia, que a lo largo de varias etapas históricas intervino en los convulsos acontecimientos que marcaron la historia de Escocia, recibiendo honores y distinciones, y compartiendo su gesta con otros clanes igualmente significativos.

En 1685,  el rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, les otorgó la dignidad de Baronía de Closeburn. Fue éste el último monarca católico de los reinos que forman hoy el Reino Unido.

Depuesto y reemplazado por su hija, María II, por cuestiones religiosas, este rey acabó sus días en Francia. Corría el año 1701, iniciándose un período de lucha de sus partidarios, los jacobitas, por la restauración dinástica.

Se dice que el apoyo a esta causa precipitó el exilio europeo de William Kirkpatrick, que acabaría llevándole hasta Málaga.

Después de trabajar en Londres como comerciante se trasladó a Ostende a atender otros negocios familiares que le llevarían posteriormente hasta Barcelona y Jerez de la Frontera.

Corre al año 1788 cuando llega a Málaga y William ha cumplido 24 años.

Siete años después, la Real Chancillería de Granada le reconoce como miembro de la nobleza escocesa (1795), lo que le abrirá las puertas a un estrato social cargado de privilegios por aquel entonces.

Él y sus descendientes se irán emparentando con otras familias influyentes de la época: Grevignée, Cabarrús, Palafox-Portocarrero, Fitz-James Stuart, O’Farrill, O’Donnell, etc., logrando una enorme ascendencia en el escalón social.

Su vida profesional se inicia en Londres (1780) a los dieciséis años, colaborando en la firma comercial de su primo Robert Kirkpatrick of Capper.

Dos años después marcha a Ostende (1782) a atender las empresas mercantiles de su hermano mayor John Kirkpatrick of Cullock, que le encamina hacia Barcelona junto a dos de sus socios, Nicolás Reserson y William de Vic Tupper, para completar su aprendizaje.

Transcurridos tres años en la ciudad condal, marcha a Jerez de la Frontera, pero donde recala finalmente será en Málaga (1788), contando veinticuatro años de edad.

Para hacer un recuento de su vida puede consultarse la obra de Colin Carlin, “William Kirkpatrick of Málaga”, Ed. The Grimsay Press, 2012.

Así mismo, Leopoldo Fdez. de Angulo, tiene publicado un completo estudio  sobre “El linaje Kirkpatrick de Escocia”, recogido en el Vol. XXII (2019) de Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

A  destacar también es la obra “Kirkpatrick of Closeburn”, impresa en Londres por James Norman (1858), que se conserva en la National Library of Scotland, digitalizada recientemente (2012).

En Málaga, William se convierte en un próspero comerciante exportador de vinos y frutas al por mayor, consiguiendo un prestigio que le hace merecedor de cargos consulares, representando al Ducado de Oldemburgo (1808-1815), a los EE.UU. ( 1800-1818), y en ocasiones al del reino de Hannover.

En esa época, la industria y producción algodonera abren nuevas expectativas de negocio, y entre 1800 que compra tierras para su cultivo, y 1810 que funda una fábrica-textil en Málaga junto con su suegro, el belga Henri Grevignée, y su socio Rersin, se dedica a esta nueva actividad.

Entretanto, en Marbella (1806), ha sido gerente de una central azucarera para el procesado de la caña de azúcar, que por Capítulo Real obtuvo su suegro en 1800, poseyendo ambos la mayor plantación de caña de la provincia.

Por esos años (1808) fundan también una sociedad entre su suegro Henri, el hermano de éste, William Grevignée, regidor perpetuo de Marbella, y el francés Joseph Gemignani, llamada “Gemignani y Cía, fábrica de jabón”, ubicada en Alhaurín el Grande; que fue vendida en 1821 a Guillermo Huelin y Mandly, de ascendencia inglesa, hermano de Matías Huelin Mandly, esposo de Enriqueta Newman Grevignée, sobrina de la emperatriz Eugenia de Montijo.

Otra sociedad nace en 1816, creada entre los hermanos John y William, y un socio llamado William Parkinson. Se llama “K.P. y Cía”, y se dedica a comisiones por transacciones comerciales dentro y fuera del Reino de España.

Como vemos, William es un consagrado hombre de negocios con ideas afrancesadas, que va evolucionando a un ideario progresista y liberal.

Con este mismo afán llega al puerto de Adra en 1821, que le ofrece grandes posibilidades de inversión en la industria minera, y a ello se lanza, empleando a más de 3.000 personas, dirigiendo desde esta ciudad la explotación de minas de Adra y Motril durante los dieciséis años siguientes hasta su fallecimiento.

La extracción y procesado del plomo y del cobre es una industria en auge, de la que es pionero. Según su testamento, entre 1836-1837 explotaba seis minas: San Guillermo, Ohanes, Mano, Flamenco, Consuelo y Ánimas.

La fundición San Andrés, de Adra, la creó por entonces, asociado a los hermanos Rein de Málaga, hijos de Johann Wilhelm Rein, procedente de Dahme, Sajonia; casado en 1783 con Ana Nagel Medina, padres de dos hijos y una hija.

Obtienen el mineral en la Sierra de Gádor y crean la primera fundición de plomo de España y una de las más importantes de Europa, que incrementó su producción tras el descubrimiento de un importante filón de plomo argentífero en el Jaroso, Sierra Almagrera (1838).

William Kirkpatrick había contraído matrimonio en 1791 con Marie Françoise de Grevignée y Gallegos, belga de ascendencia, fallecida treinta y un años después trágicamente, por ingestión accidental del arsénico. Sus descendientes fueron:

  1. Mª Antonia (1792) fallecida en la infancia.
  2. Mª Manuela (1794-1879) casada con Cipriano Palafox Portocarrero, y madre de Mª Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, y de Mª Francisca, Duquesa de Berwick y Alba.
  3. Henrietta (1795-1872), casada con el 2º Conde de Cabarrús, Domingo Cabarrús y Quilty.
  4. Carlota (1796-1831), casada con su primo-hermano Thomas James Kirkpatrick, vice-cónsul británico en Adra, que había luchado a las órdenes del general Wellington en la Guerra de Independencia.
  5. Guillermo (1797) fallecido en la infancia.

La hermana de Marie Françoise, Catherine de Grevignée, era esposa de Mathieu de Lesseps, destacado diplomático, y madre de Ferdinand de Lesseps, también exitoso diplomático, amigo personal del pachá de Egipto, que le concede poder exclusivo para la construcción y explotación del Canal de Suez, acometiendo años después las obras de construcción del Canal de Panamá.

Ferdinand fue quien introdujo a su prima Mª Manuela en las altas esferas de París y a su joven hija, Mª Eugenia, que casada con Napoleón III se convertirá en emperatriz de Francia.

William Kirkpatrick, finalmente, falleció en 1837, en la casa de Málaga de su hija Henrietta, Condesa-Viuda de Cabarrús.

rama del árbol genealógico familiar

Andrés Rebagliato Pescetto (1801-1885)

Andrés Rebagliato Pescetto, emprendedor abogado alicantino y descendiente de comerciantes genoveses nació en Orihuela en el año 1801, falleciendo en 1885 en la misma ciudad; hijo de Juan Bautista Rebagliato Brions y de Mª Josefa Pescetto Rebagliato; casó con Teresa Sorzano Adalid, hija de una familia riojana asentada en Orihuela que amasó una incalculable fortuna.

Su suegro, Matías Sorzano Nájera (1775-1862), casado con Ángela Adalid Ximénez, que se dedicaba a los préstamos y arrendamientos, adquirió los conventos y bienes desamortizados de diversas órdenes religiosas (Mercedarios, Agustinos, Franciscanos), como el de Santa Ana, entre los años 1844-1845.

Al tiempo de los anteriores, compraron también el convento de las Salesas, para devolverlo a las monjas, ya que era fundación del Príncipe Carlos, y en la familia eran fervientes carlistas, a causa de lo que fueron excluidos de la Lista de Mayores Contribuyentes en 1836, no pudiendo optar a cargos políticos por ello, a pesar de haber sido Regidor municipal el año anterior. E incluso sufrió un breve destierro en 1840, por desafección a la Monarquía Constitucional.

Dos de sus hijas, Cándida y Teresa, se casaron con dos de los hermanos Reblagiato Pescetto, Santiago y Andrés, respectivamente.

Andrés daría un puesto en el Ayuntamiento a su suegro, de Teniente Juez de Aguas, como veremos, durante su etapa de Alcalde de Orihuela.

Hay que reseñar también que Andrés Rebagliato Pescetto y Miguel Andrés Starico Pescetto eran hijos de las hermanas Mª Josefa y Brígida Pescetto Rebagliato, respectivamente.

Hay una noticia de la época, publicada en “El Clamor Público”, núm.3837, de fecha 25.Enero.1857, citada por la historiadora alicantina Sara Moreno Tejada en un trabajo sobre la corrupción política en el siglo XIX español, presentado durante las Jornadas de 2016, organizadas por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Dice esta investigadora, que la clase política de entonces, tras el advenimiento del Partido Moderado, se dotó de medios para disociar las actuaciones administrativas del resto de las actuaciones y que éstas no pudieran ser sometidas a enjuiciamiento por tribunal alguno.

Los jueces no podían abrir causa contra posibles actuaciones ilegales o corruptas del aparato administrativo del Estado, pues éste se había adscrito una inmunidad legal, aunando poder ejecutivo y judicial, que rompía con el espíritu de separación e independencia de poderes surgido de la Revolución Francesa, mantenido por las Cortes de Cádiz y ratificado en 1837.

El reconocimiento de la independencia de la estructura administrativa centralizada, como uno de los pilares básicos del constitucionalismo, para conseguir una acción vigorosa en rapidez y eficacia, tuvo este efecto no deseado, favoreciendo la corrupción.

Desde 1845 ya no se podía intervenir y el liberalismo doctrinario favoreció tal impunidad, llegando incluso a separar de sus puestos a jueces honestos, acusándolos de intromisión.

La prensa del momento no cesa de denunciar estos escándalos, como fue el caso de nepotismo del alcalde de Orihuela (1857):

  • Alcalde 1º: Andrés Rebagliato
  • Juez de Aguas: Andrés Rebagliato.
  • Depositario de Aguas: Santiago Rebagliato, hermano
  • Depositario del Clero: Santiago Rebagliato, hermano
  • Administrador de Correos: José Franco, cuñado
  • Administrador de Rentas Estancadas: Pedro Borunda, cuñado
  • Administrador de Loterías: Faustino N., primo
  • Teniente 1º Alcalde: Mariano Casanova, cuñado
  • Teniente 2º Alcalde: Andrés Pescetto, primo
  • Teniente Juez de Aguas: Matías Sorzano, suegro
  • Regidor: José María Ibarra, primo

En el Archivo del Senado de España se conserva el expediente personal de Andrés Rebagliato, de su etapa como Senador vitalicio, entre 1866-1867 y 1867-1868, y como Senador provincial por Alicante, entre 1879-1880 y 1880-1881; donde constan, entre otros documentos, 25 escrituras de propiedad de fincas; las hijuelas de los bienes heredados del padre; el justificante de pago de Contribución a la Hacienda Pública (período 1863-64) por bienes inmuebles en Orihuela, Molina de Segura, Torrevieja, Callosa de Segura y San Fulgencio; 30 certificaciones de sus bienes en Orihuela (años 1831-1867); y un curioso escrito-denuncia de varios de sus vecinos exponiendo al Senado que no paga la contribución debida (fechado en 1865).  

Su hija, Teresa Rebagliato Sorzano (1829-1882), casó con Antonio Murcia García (1822-1862), Teniente Alcalde de Madrid y Diputado, y al enviudar, casó de segundas nupcias con José Moreno Leante, empresario,  viticultor y político (Diputado por Orihuela y Senador por Alicante), cuyas rentas en 1875 eran de las mayores de la Región murciana.

rama del árbol genealógico familiar

La familia Murcia en Santomera

Santomera es una pequeña población murciana de la Huerta, ubicada a medio camino entre Murcia y Orihuela, en el llamado “Limonar de Europa”, debido a su elevada producción de cítricos.

JUAN MURCIA MARTÍNEZ (1790-1852), llegó a este lugar en 1837, y aprovechando la Desamortización de Mendizábal (1836), adquirió grandes propiedades de ocasión, al igual que hicieron otras muchas familias pudientes, aprovechando el momento, a la vez que otros tantos caciques y aventureros de la época.

El conjunto adquirido en 1838, de bienes inmuebles y fincas, venía presidido por la llamada Casa del Huerto, con almazara incluida, construida en 1826 y propiedad de Andrés Garfias Laplana, presbítero, hermano del Corregidor de Murcia, Rafael Garfias Laplana, que anteriormente perteneció a José Escrich que a su vez la adquirió al Duque de Burie, población francesa del Poitou (1756). 

Esta fue la casa principal, pero se dice que por desavenencias familiares, se construyó a continuación la Casa Grande (1906), conocida también como Casa de Doña María Murcia (Mª Concepción, 1855-1931) que la habitó; y que tras su fallecimiento, se llamó Casa de Don Manuel Campillo, el esposo de la difunta, sin dejar descendencia.

Una tercera casa familiar fue construida en 1916, y se denominó Quinta de Don Juan, por su titular, JUAN MURCIA DE VILLALONGA (1882-1936), quien junto a su esposa, Mª Dolores Fernández de Lugo Llimós (1890-1922), la ocupó durante largas temporadas vacacionales; sobre todo entre Semana Santa y San Juan.

Heredada por Adela Murcia, una de sus hijas; pasó a ser propiedad de un sobrino, Carlos Valderrama Hernández-Ros, tras el fallecimiento de ésta en el año 1984.

Todo esto queda recogido en numerosos artículos firmados por conocidos cronistas de Santomera, como Manuel García Sánchez y Francisco Cánovas Candel, entre otros.

Figura familiar a destacar fue la de JUAN MURCIA REBAGLIATO (1852-1891), abogado de profesión y diputado provincial, dedicado a la colección y cultivo de plantas, creó las conocidas Rosas Verdes de Santomera con las que ganó diversos certámenes de rango internacional, presentándolas en la Exposición Universal Agrícola de París (1856 y 1857) y en la Exposición de Plantas del Buen Retiro madrileño (1880). Revistas de la época como la Ilustración Española y Americana ó la Gaceta Agrícola recogen estos eventos y galardones.

Sólo en rosas, su colección comprendía 214 variedades, cultivadas en la Finca del Jardín con multitud de otras plantas, mostrando un amor por la Botánica y la Agricultura que no se vio interrumpida por su muerte temprana, ya que sus descendientes, hijos, nietos y biznietos continuaron su labor, como fue el caso de ANTONIO HERNÁNDEZ-ROS CODORNIU (1897-1982), eminente médico-cirujano, y CLAUDIO HERNÁNDEZ-ROS MURCIA (1937-2013), doctor especialista en Traumatología y Ortopedia.

Su paso por Santomera dejó profunda huella entre la población, reconociéndolos como familia generosa y solidaria, que desde siempre actuó en favor de los vecinos ante las crisis y dificultades acontecidas en el transcurso de los tiempos.

6 comentarios en «La familia Murcia y la finca de Casa Eulogio (1ª parte)»

  1. Desde Villa de Vallecas,pasado el alto de Perales dirección Getafe ,cruzando la M45 y enfrente de unas antiguas canteras hay una pequeña ladera donde (por lo menos hace un par de años), hay o había una piedra a modo de hito ,con un grabado en el que pude deducir que ponía » CASA MURCIA» .
    Me extrañó, ahora sé que pinta allí ese objeto.

  2. Muy interesante la historia. Pero no entiendo como permiten que corten este paso con una puerta de 3 metros de altura. Es el único paso «accesible» al parque regional. Y digo único, por que el otro acceso está a más de 15 kms de vuelta, rodeando el manzanares por una senda primero y continuando por la cañada real, 15 kms de ida más 15 de vuelta, claro. Distancia totalmente imposible de recorrer a pie. En términos prácticos, con esta puerta de 3 metros se impide el acceso al parque del que tantos ciudadanos disfrutábamos. Un abuso que no se entiende. Por favor que alguien haga algo para impedir esto.

    1. Con el permiso de Ángel, el autor del artículo, te doy mi opinión a este pequeño off-topic que la actualidad impone.
      Obviamente es una situación insostenible en el tiempo y fuera de toda lógica. Con esa verja el municipio queda cerrado y resulta imposible acceder al camino público debajo del Espolón.
      Las últimas noticias que han aparecido dicen que el Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid se plantea expropiar la finca. Ignoro si total o parcialmente para abrir el paso.
      Cuestión aparte es analizar detenidamente qué es lo que ha ocasionado esta situación digna de película de Berlanga, con Guardia Civil incluida. En estos meses previos de pandemia la gente ha salido masivamente a pasear y las escenas en la zona fueron un tanto surrealistas, con grupos de personas y ciclistas sin mascarilla ni medida alguna de protección, sin molestarse lo más mínimo en respetar distancia alguna, incumpliendo todas las obligaciones de todos los gobiernos, central o autonómico. Aparte del conflicto que se está larvando entre peatones y ciclistas, de complicada convivencia en estos caminos vecinales donde el senderista tiene total prioridad.
      Por no hablar de que hay días que darse una vuelta por el Soto de las Juntas da vergüenza ajena. Uno puede encontrar basuras en cualquier parte. Y no hablo de escombros, que desgraciadamente también los hay y que están en claro retroceso con respecto otras épocas.
      Hay que abrir el acceso de Casa Eulogio, pero debemos ser conscientes que estas libertades conllevan ciertas responsabilidades que, a día de hoy, no veo que se cumplan por todos.

    2. En respuesta a David:
      Buenos días, si se refiere al puente del congosto, sepa que se puede rodear la puerta relativamente fácil por un camino que discurre a orillas del manzanares, recorre 1km mas o menos extra.

  3. Hola, Juan:
    Celebro que contactes con nosotros y que hayas leído nuestro artículo.
    Aprovechamos para agradecerte el trabajo de investigación de toda esa época de cambios tan crucial para nuestra Historia de cuyos reflujos seguimos viviendo al día de hoy.
    Aparte de los cambios socioeconómicos que lleva aparejado el salto del Antiguo Régimen al mundo actual, el giro fundamental para nuestra cultura va a operarse con la firma del Concordato de 1851.
    Como bien dices, el aburguesamiento de la Iglesia corrió parejo con la catolización de la burguesía, que en lugar de conducirnos a un Estado laico respetuoso con las creencias religiosas particulares, más acorde al siglo que vivimos, ha sostenido una constante interdependencia que en el seno de la sociedad civil ha generado no pocos desencuentros que al día de hoy siguen creando tensiones y posturas de difícil conciliación en nuestra sociedad.
    La reversión o restauración de bienes desamortizados a las órdenes regulares marcó el principio de esa alianza entre la Burguesía y la Iglesia, significando una regresión en el devenir histórico, incoherente con la marcha de los tiempos, que no sucedió en el resto de otros países europeos más avanzados.
    Desde la perspectiva de un Estado laico y respetuoso con la multiplicidad de creencias íntimas de sus ciudadanos, no puede existir un sesgo en los programas educativos como el que exigen las líneas confesionales que hoy en día vemos más en auge a lo largo del planeta.
    Desde una postura abierta a la búsqueda de entendimiento y a la tolerancia, no es deseable que una vez más se utilicen como campos de batalla los planes de educación de nuestros hijos y se aborden con cordura todas las disidencias.
    De lo contrario, el desencuentro estará servido…
    Un cordial saludo.

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