El pasado domingo los socios del GIPL nos fuimos de excursión aguas abajo del Manzanares, en la zona de la Aldehuela, hasta llegar a subir ligeramente las primeras estribaciones del vértice Marañosa. Todo un lujo que no todo el mundo puede disfrutar.
Una de las poquísimas zonas en Madrid con las Terrazas del Manzanares prácticamente intactas, o el famoso monasterio de la Aldehuela -realmente un cenobio trapense- fue visita obligada pese a su estado ruinoso y realmente lamentable. A eso añadimos los abundantes restos de la Guerra Civil que nos marcara hace setenta años, fruto de las durísimas ofensivas del que llegara a ser general de la República, Juan Modesto Guilloto.
Los pinos han tomado casi todas las cumbres en un afán repoblador que data de mediados del siglo pasado y que empobrecen el sustrato. Las especies autóctonas y adaptadas, desplazadas, se agarran aún a los cerros de la Marañosa. El carrascal precede al encinar como antesala de lo que debieron ser amplios campos de esta última especie arbórea siglos atrás, casi desde que Madrid era un gran mar interior, una serie de canales y lagunas interconectados que formaron una cuenca endorreica.
Si no fuera por la terrorífica vista de Valdemingómez y su descomunal montaña de desechos, casi se podría decir que pisamos terrenos del Neanderthal. Las Terrazas del Manzanares, arenosas, bañadas de lascas de sílex de canteras de uno y otro tiempo, son una joya imposible de ver en ningún otro lugar del río.
Junto a todo ello, los restos del enfrentamiento entre españoles aparecen por todas partes para el buen observador. Trincheras de un primer momento excavadas aprisa por nerviosos milicianos, hundidas entre la arena tras las retamas. Desgraciados parapetos de un sangriento ataque al ala izquierda de los del Tte. Coronel Rada.
La vaina de una ametralladora Lewis o el peine de un Mauser, son testigos directos del enfrentamiento. En las cumbres, las posiciones son nacionalistas. Dominaron todo, salvo aquellas pocas posiciones arrebatadas con inmenso dolor por las tropas republicanas.
Documentando la visita y organizando un dossier que ira siendo publicado por el GIPL, acabamos en el monasterio trapense de la Aldehuela, desgraciadamente demasiado conocido para quien no tiene respeto por el Patrimonio histórico del Parque Lineal.
La toponimia no miente, y su nombre es de raíz árabe. No será hasta siglos después de la Repoblación cristiana del siglo XI, cuando aparezca como Dueño y Señor el linaje de los Ruy Sánchez Zapata, copero mayor de Enrique III y Juan II, para ir sucesivamente cambiando de manos a lo largo del tiempo, pasando incluso a formar parte del Real Sitio de Gózquez custodiado por monjes jerónimos.
A finales del siglo XIX se establece allí la Trapa de la Aldehuela, reedificando lo que allí permanecía construido, aislados del exterior, haciendo vida monástica. No será por mucho tiempo, porque a principio del siglo XX lo abandonan, dejando tras de sí las formas arquitectónicas tan propias y llamativas que hoy podemos observar.
Durante la Guerra Civil es ocupado por las tropas republicanas y en la segunda mitad del siglo XX es vuelto a ocupar, con claros signos de reconstrucción, por aparceros de la finca. A finales de siglo se vuelve a abandonar y a reocupar por tribus urbanas de las más variopintas aficiones y tendencias, lo que conllevará un evidente deterioro del conjunto histórico artístico.
éstas son las buenas rutas…
Los socios volveremos en breve, nos quedó mucho por investigar…
yo naci el la finca de la aldehuela y fui monaguillo el la iglesia que ahora me da pena ver como esta,tambien vi el accidente de avion en 1957 .
La historia del Real Sitio de Gózquez y de sus dependencias, entre ellas la finca y caserío de La Aldehuela, es un cometido en el que nos hemos embarcado durante los últimos meses, a fin de avanzar unos mínimos apuntes de la historia de estos enclaves tan cargados de importantes aconteceres y tan ignorados por casi todos.
Tu experiencia, Manuel, sería muy valiosa para completar este saber casi perdido sobre nuestro entorno.
Hay una serie de «huecos» aún por cubrir, desde el momento en que los monjes del monasterio trapense de Val San José, renunciaron a continuar en La Aldehuela, allá por 1927, y procedieron a su venta (creemos que a los Marqueses de Perales).
Durante la guerra civil fue posición avanzada republicana entre febrero de 1936 a marzo de 1939, evacuándose al completo la población civil por ser línea de fuego.
Después, recuperada la actividad normal en un conjunto agropecuario como éste, sostenida por un grupo de familias al servicio de sus propietarios, transcurrió más de medio siglo hasta llegar al estado de desolación y abandono que ahora contemplamos.
El caudal de conocimientos que indudablemente tendrás sobre lo acontecido en lugar tan singular no tiene precio.
Sería de agradecer, nos brindaras algún apunte u opinión sobre todo ello.
Un cordial saludo.