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Ruta por Morata de Tajuña

Entrada al Molino de la Huerta de Angulo

Entrada al Molino de la Huerta de Angulo

El Museo etnográfico y de la Guerra Civil Española, el Molino de la Huerta de Ángulo, la ermita de la Magdalena o el palomar de la Estacá, son sólo algunos rincones que podemos recorrer en esta localidad del Sureste madrileño llamada Morata de Tajuña.

El pasado 25 de noviembre algunos socios y colaboradores del GIPL acudimos a la llamada de nuestros ancestros, de los ancestros en parte del Parque Lineal del Manzanares. Y, por lo que nos cuenta el autor de este artículo, él también vendría a tratar de descubrir sus propios orígenes.

Dejemos que nos lo explique.

Molino de Angulo

Molino de Angulo

El que suscribe, no tiene el menor empacho en decir que se tira a la piscina sin saber nadar y sin flotador. Quiero decir que es “mi primera vez”, mi estreno en estas lides y en estas páginas del Parque Líneal del Manzanares. Por tanto, y si encuentro agua en la pisci, os pido paciencia, comprensión por mis errores y si me perdonáis… pues quizás vuelva.

Uno de los objetivos de esta salida a Morata de Tajuña, era ver el Molino de la Huerta de Ángulo -hoy convertido en Museo de la Molinería-. Ello fue posible gracias a la amabilidad de su Ayuntamiento que abrió sus puertas especialmente para nuestra asociación y nos hicieron una demostración de su funcionamiento.

No me voy a extender demasiado en glosar las excelentes explicaciones y buen hacer de “la molinera”, que con todo lujo de detalles nos explicó todo cuanto es menester saber de esta famosa huerta y molino que fue propiedad de Diego Jaraba, acaudalado banquero y senador del Reino, allá por finales del siglo XIX y que “tiene aquí muchas y muy buenas posesiones, y que cobra de ellas pingües rentas”, según nos aclara don Juan Diego Arribas (maestro de Morata en 1891 y autor de un libro patrocinado por la Diputación Provincial en esa misma fecha).

Yo solo me limito a aportar la imagen múltiple de arriba como contribución a los buenos momentos vividos. Para los interesados en obtener más información acerca del funcionamiento y otros datos del molino, les remito al artículo dedicado enteramente a una visita anterior a este artefacto.

Pero yo tenía un interés especial por venir a esta villa. Era el pueblo de mi madre y de mis abuelos y bisabuelos. Ella siempre encontraba un motivo para hablarme de su pueblo y de sus ya escasos familiares, que supongo –el contacto está roto- aún quedarán. Buscaba también recuperar mis orígenes. ¡Y ya creo que los encontré! Mientras la molinera explicaba, yo vi a una persona mayor sentada en una sala solitaria. Ni corto ni perezoso le pregunté por mis abuelos y bisabuelos. Le di los motes ¡Los conocía y había trabajado con ellos! Me proporcionó múltiples detalles. El viejo caserón aún existe y él había estado en esa profunda cueva –con unas enormes tinajas para elaborar el vino- que yo recordaba en mis visitas siendo apenas un niño. Se apagaba la vela por falta de oxígeno y me entraba el pánico. ¡Cuántos recuerdos! Estaba hablando con mi contertulio cuando veía y sentía pasar a mi abuelo, con un montón de cereal y negociaba con el molinero la maquila. Fueron momentos muy emocionantes. Gracias, paisano, por pintar con palabras y recuerdos esa memoria que viaja, a través del tiempo, a nuestros orígenes ya casi olvidados.

Palomar finca la Estacá

Palomar finca la Estacá

En el libro antes citado, el maestro de Morata -y supongo que también de mis antepasados-,  nos dice que este pueblo era una de las principales ciudades que componían la Carpetania, ya que por aquí se encontraba la célebre senda Galiana, que desde Toledo pasaba por Titulcia, Alcalá y Guadalajara. Además los restos romanos encontrados nos hacen suponer que es de fundación antiquísima. Lo que sí se puede afirmar es que esta villa fue desmembrada por Felipe II de la dignidad arzobispal de Toledo, y que en 21 de febrero de 1580, Morata hizo una venta con el Rey, cediéndole éste todo el derecho que aquí tenía. Después los señores duques, condes y reyes se compraron y vendieron esta villa hasta que en 1632 el conde de Altamira –y también Marqués de Leganés-, compró definitivamente su señorío y vasallaje por 24.600 ducados. Poco después comenzó la construcción de su palacio en el que, andando el tiempo, “Carlos IV y su favorito inseparable Godoy tenían sus juergas, cacerías y corridas de toros, en la deliciosa a la par que artística posesión del conde de Altamira”. Poco después, en 1635, comenzó la construcción de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Concepción, junto al palacio.

Pero volvamos a la actualidad con la imagen de arriba. Después del molino hicimos un recorrido a pie por la siempre fértil Vega del Tajuña. A pocos minutos nos encontramos con la ermita de la Magdalena, cerrada al culto en 1778 y hoy en franco estado de abandono. Una pequeña decepción, pero que se vio compensada, un poco después, cuando nos encontramos ante varios hornos de yeso situados en lo alto de un cerro. ¿Quién trabajaría aquí? ¿Cuándo los cerraron? Preguntas sin respuestas, mientras yo veía a mi abuelo, jornalero, a principios del siglo pasado, por todos sitios. Desde esta colina se podían observar unas excelentes vistas del bello paisaje de la vega y del pueblo a las que las fotos no hacen justicia.

Pero aún había otro pequeño tesoro escondido, mientras atravesábamos la extensa red de acequias y “caces” de la vega: El Palomar de la finca “La Estacá”. Situada casi en lo alto de una de las numerosas colinas que rodean el pueblo, se asemeja a una torre vigía. Construido a finales del siglo XVIII, de forma circular, basada en dos anillos concéntricos techados de teja. Por dentro, cientos, quizás miles de pequeños huecos para la cría del palomo. Seguramente sea la construcción popular más espectacular mejor conservada, pese a su humilde apariencia exterior.

Museo etnológico Mesón del Cid

Museo etnológico Mesón del Cid

Habíamos quedado en el Mesón del Cid para desayunar y ver las joyas que hay en sus instalaciones. Entre ellas está el Museo Etnográfico. Salas repletas de mobiliario y enseres de tiempos pretéritos, carruajes y tinajas que nos llevaban a recordar la herencia del pasado. Mención especial son las reconstrucciones de las casas, de la escuela, de los utensilios de recolección agrícola, del vino, del aceite… en definitiva, de la vida cotidiana de sus protagonistas que nos sumergen en un mundo de cosas sencillas, donde el valor del tiempo cobraba otro valor, otro sentido. Como este sentido homenaje que yo tributo hoy a quienes han hecho posible que podamos ver esta maravilla.

Museo Batalla del Jarama. Mesón del Cid.

Museo Batalla del Jarama. Mesón del Cid.

Y tras contener la nostalgia, pasamos al museo de la Batalla del Jarama. Todos sabemos que estos combates  tuvieron lugar por aquí y por nuestro Parque Líneal del Manzanares. Nuestros socios y colaboradores han recorrido en multitud de ocasiones los senderos donde se libraron las batallas más encarnizadas, los combates más feroces entre personas que no se habían visto jamás. Los enfrentamientos en el Pingarrón, en la colina del Suicidio, en el puente de Arganda, en la Casa de la Radio, son conocidos por todos los morateños.

Lo primero que nos llamó aquí la atención fue esa esbelta figura, desnuda y llena de orificios de bala y multitud de heridas en su “carne” desgarrada por la metralla. Con esa misma metralla “hizo vida” el escultor Goyo Salcedo cuando ideó esta figura en Febrero del 2012, en el 75 aniversario de la batalla.

En la otra foto un visitante posa mientras se pregunta: ¿Cómo pudimos llegar a esto? Las dos banderas que entonces se enfrentaron y las bombas que no explotaron, parece que aún se preguntan lo mismo.

El recorrido por las distintas salas nos ofrece abundante documentación y multitud de restos bélicos encontrados en el mismo campo de batalla. Es de reconocer el enorme esfuerzo que han debido realizar sus “recolectores” para recoger tal cantidad de ellos. Además del peligro que esto conlleva. Solo añadiré que un tío-abuelo mío murió destrozado, mientras recogía chatarra bélica, en unos terrenos de Morata, al explotarle una granada poco después de la guerra. No había trabajo y sí mucha hambre.

La visita no dio más de sí. Pero es bueno dejar algo para que nos sirva como excusa para volver en otra ocasión. Hay que ver la iglesia parroquial, las otras pequeñas ermitas, las cuevas-viviendas excavadas en la montaña, la Vía Verde del Tajuña y disfrutar de la rica gastronomía de su vega y de sus dulces. Todo ello sin olvidar las fiestas patronales y celebraciones que gozan ya de merecido prestigio.

Hay algo que me gustaría resaltar. El maestro antes citado, menciona en su libro que aquí existió, a mediados del siglo XIX -junto a otros molinos y batanes del Tajuña, al este de la población-, “una de las fábricas de papel continuo mejor montada de España”. Contaba con 150 obreros, viviendas para el personal, ermita (la del Rosario), huerta y hermosos jardines. Cuando se escribió el libro (1891), aún estaba en funcionamiento. Suministraba papel, entre otros, al periódico liberal “El Imparcial”. Algo tan importante como esta empresa no puede caer en el olvido. ¿Alguien sabe algo más?

Hoy ha sido un buen día para todos, pero especialmente para mí. He descubierto muchas cosas de nuestro Morata. Pero, sobre todo, gracias a ese testigo de la historia que he encontrado, he visto esos retratos de familia que ya creía olvidados. Hay que viajar, amigos. Y fotografiar. Y conversar con los paisanos. Y escribir después, para que no se pierdan, estos relatos que intentan captar instantes del vivir, entre la memoria y la historia.

4 comentarios en «Ruta por Morata de Tajuña»

  1. El mejor homenaje que podías ofrendar a tus ancestros y a la tierra de tus raíces, Rafael;
    y el mejor obsequio que podías hacernos a todos nosotros, al compartir tus sentimientos con el cálido acento que has sabido dar a tus palabras.
    Gracias.

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