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La Cueva de la Casa de Peñaquemadilla y la Cueva del Burrillo (t.m. de Chinchón)

Localización de las dos cuevas artificiales sobre un mapa del Condado de Chinchón de la misma época en que se excavaron (siglo XVIII).

Dos ejemplos de cuevas artificiales en ámbito rural

Las cuevas que vamos a describir, constituyen dos nuevos ejemplos de cuevas artificiales, construidas en ámbito rural, alejadas de todo contexto urbano y funcionales con el fin para el que fueron creadas, al borde de una red principal de caminería y de enormes dehesas a cuya explotación contribuyeron dando cobijo a las bestias de carga y tiro.

Podemos encuadrarlas dentro del apartado de Cuevas-Pesebre (Cuadras Rupestres) enclavadas en campo abierto.

Distantes  entre sí  poco menos de kilómetro y medio, se encuentran al borde mismo del Camino del Sotillo, tramo intermedio entre la carretera M-320 Titulcia-Villaconejos y la Laguna de San Juan; dentro del término municipal de Chinchón, en el valle del Tajuña y al pie de los cantiles  yesíferos que se alzan a su izquierda a poco menos de dos kilómetros de su encuentro con el Jarama.

Este paraje de ribera aparece nombrado en mapas modernos como  El Sotillo, El Dehesón,  y linda con tierras de la Casa de la Encomienda del Viso y Casa del Conde de Torrehermosa, ya dentro del término de Titulcia.

Vista de la fachada de la Casa de Peñaquemadilla.

La Cueva de la Casa de Peñaquemadilla, al pie de un barranco que bordea el Vértice Peña Quemada (604m) a espaldas de las Casas del Montero, se construyó aprovechando el hueco natural que presentaba un bloque desgajado del cerro en su desmonte, con varias hendiduras abiertas que hubo que cegar.

Es curiosísimo el abovedado construido para el cierre de cubiertas y los paramentos de cierre hechos con mampostería para la creación del recinto.

Por sus características constructivas, a falta de documentación más concluyente, lo dataríamos de mediados o finales del siglo XVIII, comparándolo con obras similares del entorno cuya explotación arranca de ese momento.

La nota extraordinaria que añade otro punto más de interés al lugar es la vivienda y cuadra que a posteriori de la obra inicial, se añadieron solapadas a la entrada de la cueva para crear un conjunto armónico complementario entre la edificación exterior de obra de fábrica y las estancias interiores rupestres.

De la primera fase, -cueva original-, encontramos un reparto espacial dividido en tres ámbitos diferenciados: Pesebre, almacén de forraje-dormitorio y hogar-chimenea.

El pesebre daba cabida a los siete comederos alineados que aún pueden contemplarse  en esta sala alargada, que se remata con otra nota de curiosidad; un ventanuco de oteo, que al tiempo de contribuir a la ventilación del habitáculo permitía la vigilancia de las tierras y del camino.

El almacén de forraje es otra estancia también rectangular que cumpliría un doble papel pues añadiendo jergones rellenos de paja era sencilla su conversión en cuarto-dormitorio junto a su función principal.

El amplio ámbito donde se abre el hueco de la chimenea frente a la entrada, es la parte noble de toda la construcción. Aún se conserva el tabique de cierre de la campana de humos y la chimenea excavada al exterior, en perfecto estado, así como los bancos tallados a ambos lados hasta el mismo fondo del hogar.

Hay inclusive un banquillo lateral también tallado en piedra, con dos huecos semiesféricos tallados, adaptados para sostener de pie, sin riesgo de caída y rotura, las cántaras del agua o las pequeñas orzas o pucheros de comida.

Al exterior se edificó una vivienda de dos alturas en planta cuadrada, con escalera de peldaños para acceso a la planta superior y varios ventanucos  con vistas a las tierras y al camino.

La cubierta de tejado árabe con caída a un agua, se apoyaba en travesaños de madera sobre vigas de madera  hincadas en mechinales abiertos en la roca, al igual que el techado de la estancia rectangular contigua, adaptada también para cuadra, con cuatro comederos dobles, alargados; rematada en una esquina por un murete estrecho de mampostería cegando una hendidura natural rocosa.

Presenta en la fachada principal que da al camino, tres aberturas frontales; dos de ellas habilitadas como puertas de acceso y la central como ventana.

En total contabilizamos quince espacios de estabulación de ganado, por el número de comederos conservados. Quince mulos y mulas que ayudarían en los duros trabajos de explotación agrícola, cuando la mecanización de aquellas labores quedaba aún bastante lejos por llegar.

Tengamos en cuenta que hasta la década de los años sesenta, del pasado siglo XX, la fuerza de sangre animal era esencial en las explotaciones agrarias, y la reconversión del sector agrario no se produjo en nuestro país hasta que no aparecieron los primeros tractores por aquellos años, los John Deere, los Barreiros, etc; salto tecnológico que marcó el sacrificio de miles y miles de animales tradicionalmente entregados a estas tareas. La llamada «revolución verde», que marcó un giro en la Economía, liberando en el medio rural la mano de obra necesaria para abastecer los núcleos industriales; desencadenante de un creciente proceso de desertización del campo y de un auge en los procesos de concentración demográfica en torno a los centros fabriles de las ciudades. A la innumerable cabaña ganadera excedente solo le cupo tomar el camino de los mataderos; y hacia ese destino fue conducida durante meses en larguísimos trenes que atravesaban el país desde todos los confines.

Vista del interior de la Cueva de Peñaquemadilla, con los comederos a la izquierda.

No conocemos más datos del lugar. Podemos señalar que ya aparece citada la Casa de Peñaquemadilla en la primera edición de los mapas del Instituto Geográfico Nacional a escala 1:50.000, del año 1877. Igualmente es citado este sitio, como Casas de Peñaquemadilla, en la Real Cédula de 21 de enero de 1650 de Límites y Ordenanzas del Real Heredamiento de Aranjuez y sus Agregados, así como en cédulas posteriores promulgadas entre los reinados de Felipe V y Carlos IV. Terrenos baldíos declarados en 1860 como «de aprovechamiento común». Hay un Corral de Peñaquemadilla a ochocientos metros, barranco arriba.

Es fácil que en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Chinchón puedan encontrarse referencias documentales alusivas a la propiedad y explotación de estas tierras, directamente relacionadas con la construcción de la casa y cueva artificial estudiadas.  Trabajo de investigación que dejamos pendiente para otro momento.

Hay una anécdota narrada por un vecino de Chinchón en la memoria de sus vivencias durante la guerra civil 1936-39, que él presenció siendo niño.

Cierto día, el guarda de estas fincas fue encausado como supuesto quintacolumnista que lanzaba señales luminosas al enemigo durante la noche.

Finalmente quedó libre y exculpado, pues se descubrió que las supuestas señales procedían del resplandor de la chimenea de esta cueva, cuando se avivaba el fuego. Dada su situación en el segundo escalón del frente de batalla, desde las posiciones de vanguardia avistaban una serie de rayos luminosos a media noche que creyeron señales hechas al bando contrario. Un retén de soldados republicanos de la reserva vivaqueaba en esta cueva y era el autor inconsciente de las «señales».

Cueva del Burrillo

La Cueva del Burillo es la segunda cueva artificial que vamos a tratar en este artículo.

Se encuentra también, como hemos dicho, en el Camino del Sotillo, pero  pegando al cruce con la carretera M-320, igualmente en el piedemonte de este cerro en espolón que bordea en su parte meridional el Camino Viejo del Montero.

Justamente en la entrada de este camino hay una ristra de cuevas artificiales en hilera que algunos estudios o publicaciones han confundido con la del Burrillo, cuando en realidad se trata de cuevas excavadas por los soldados republicanos acantonados en el escalón de reserva, desplegados en torno a una segunda línea de contención, creada en previsión de cualquier ruptura que pudiera producirse en el frente.

Poco más allá diversas cartografías señalan unas Cuevas del Romeral que no hemos sido capaces de localizar y pensamos se encuentran en parcelas particulares valladas.

La Cueva del Burrillo, aparte de tener connotaciones muy similares a la anterior en cuanto a su objeto y posible fecha de construcción, -si bien podría ser más antigua por el grado de desgaste o destrucción que presentan los comederos-, tiene añadido un túnel de evacuación, que aunque hoy aparece cegado, conectaba a retaguardia mediante una trinchera de 120 metros que vemos serpear en zig-zag monte arriba aprovechando un barranco natural.

Tras la batalla del Jarama este sector del frente fue adscrito al III Cuerpo de Ejército, con Puesto de Mando en Carabaña, y estuvo compuesto por las Divisiones 9, 13 y 18, con P.M.Divisionarios localizados entre Aranjuez, Morata y la estación ferroviaria de La Fortuna.

En un mapa militar de 1938 se adscribe el entorno de este cruce estratégico al Grupo de Resistencia “a”, y poco más allá, en dirección al Puente Largo de Aranjuez, a la 45 Brigada Mixta, originaria de la Columna Burillo, que tras actuar en la cabeza de puente de Toledo y en la Cuesta de la Reina terminó aquí estacionada hasta el final de la guerra, acontecido en marzo de 1939.

A finales de 1938 se reforzó esta línea con nidos de hormigón, de los cuales podemos visitar muestras muy interesantes a escasos metros de esta cueva y poco más allá, cruzando la carretera y siguiendo el camino a piedemonte, en dirección al Puente Largo de Aranjuez.

La cueva consta de dos estancias con sus respectivas puertas, conectadas por un túnel del que parte el ramal de escape, y con una estancia intermedia donde hay restos de otro hueco o puerta de salida semicegado.

Hogar y chimenea se ubicaron exclusivamente en una de las estancias, y en la otra se ubicaron media docena de comederos excavados en la pared rocosa, además de un banco o lecho de piedra  junto a la entrada.

Hay restos de otras cuevas artificiales, a cota bastante más alta, en dirección a la de Peñaquemadilla, que curiosamente constan de algún muro de cierre de mampostería y que bastante a la ligera, en alguna ocasión, se han interpretado como parte integrante del sistema de fortificación republicano.

Dado que no es nada sencillo el acceso a las mismas para su prospección, pues serían necesarios elementos de escalada, cuerdas y clavijas de sujeción, no hemos podido visitarlas.

No obstante, hay un dato esclarecedor que hemos obtenido hojeando al azar un número del Boletín provincial madrileño de mediados del siglo XIX.                             

Este boletín se encargaba de la publicación de las leyes, órdenes y anuncios de carácter oficial, emitidos por los distintos organismos de la Administración pública y Ministerios para conocimiento general.

En el Boletín Oficial número 124 de fecha 20 de mayo de 1859, se notifica la admisión de varias solicitudes, por el Gobernador de la provincia de Madrid, para la explotación de minas de sulfato de sosa con descripción del nombre de cada mina y de su ubicación.

Una de estas minas, denominada Mina Victoria, registrada por un vecino de París, aparenta ser la situada en el paraje que comentamos y mostramos en foto adjunta.

El texto íntegro dice así:

«Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo y Gobernador de la provincia de Madrid. Hago saber: Que por don Julián Du-Kosell, vecino de París, residente en esta Corte, ha presentado escrito en este Gobierno de provincia para registrar una mina de sulfato de sosa, llamada Victoria, sita en el punto denominado barranco de la Salinilla, término y distrito municipal de Chinchón, lindando al Norte con el rio Tajuña, al Este las cuevas llamadas Peña Quemadilla, Mediodía cerro de las Cámaras y terrenos incultos del común, y Oeste campos labrados y rio Tajuña; y practicado por el Ingeniero de minas del distrito, don José de Aldama, el reconocimiento preliminar que previene el artículo 39 del reglamento vigente para la  ejecución de la ley de minería; resultando del informe evacuado por el citado Ingeniero existir mineral en el punto registrado y terreno franco para la concesión solicitada, he tenido a bien, por mi decreto de este día, admitir la solicitud de registro, mandando se fijen los edictos y se inserte el presente en el Boletín Oficial de la provincia, en cumplimiento de lo prescrito en el artículo 44 del citado reglamento. Madrid , 1 de mayo de 1859.— El Marqués de la Vega de Armijo.»

Las minas de Sulfato de Sosa del siglo XIX aparecen excavadas por doquier a lo largo de los valles fluviales del Tajo, Jarama y Tajuña.

En los cortes de la pared rocosa puede observarse cómo afloran los sulfatos de sosa blanquecinos.

En las paredes rocosas pueden observarse los afloramientos blanquecinos del sulfato de sosa que dieron pie a estas explotaciones mineras.

Para terminar, debemos recordar una vez más, el respeto a la toponimia originaria que se debe guardar en todo estudio histórico, siempre que sea posible; máxime aún, cuando la misma toponimia comúnmente lleva implícito en sí , algún dato esclarecedor, que nos explica o da la razón de ser de aquello que nombra. La toponimia es un valor añadido que no hay que perder.

En el tratamiento de la nomenclatura de las cuevas hay algunas publicaciones que por su carácter de signo estrictamente naturalista o deportivo, no se han preocupado de hacer disquisiciones históricas, y han descuidado este aspecto en casos muy concretos, inventando o tergiversando nombres, que debieran ir corrigiendo a la luz de nuevos aportes de información.

Plano topográfico de localización de las cuevas, dentro del término municipal de Chinchón.

1ª Edición del Mapa E50m del Instituto Geográfico Nacional (1877). Al centro podemos ver rotulada la Casa de Peñaquemadilla, y algo más abajo, la Casa del Montero, interesante construcción del siglo XVIII.

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